Luis Eduardo Martínez Hidalgo: LEOPOLDO Y ANTONIO

Llega Leopoldo López a dos años de injusta prisión; Antonio Ledezma arriba a uno.

Sobre ambos el régimen se ha ensañado sin piedad.

Nada más lejos de ellos que los delitos de los cuales se les acusa y en el caso de Leopoldo es el propio fiscal, ahora huido, el que desmonta la falsedad de los cargos y devela el empeño del gobierno de encerrarlo.

Leopoldo y Antonio son cabeza visible de los muchos que han enfrentado con coraje a un nuevo modelo de tiranía, que en la represión y las crecientes restricciones a la libertad, ha creído encontrar la manera de perpetuarse en el poder.

Los dos tienen tras sí una larga lucha por los derechos del pueblo de Venezuela y en lo que Antonio se refiere un nutrido historial como servidor público de intachables credenciales.

De generaciones diferentes, Leopoldo y Antonio exhiben idénticos valores que incluyen la no siempre presente, entre la dirigencia política del país, devoción a sus familias lo que es devuelto con creces por los suyos y muy especialmente por sus mujeres, extraordinarias que son, Lilian Tintori y Mitzy Capriles, hoy referentes de solidaridad y compromiso.

Leopoldo y Antonio, líderes de Voluntad Popular y Alianza al Bravo Pueblo, trascienden de las fronteras partidistas e incluso de la propia alianza opositora para erigirse como co-conductores –con unos pocos más como Henry Ramos Allup, líder de Acción Democrática y de la Asamblea Nacional- de un proceso indetenible de cambio que reclama con urgencia la gran mayoría de los venezolanos y venezolanas. Sobre esta última afirmación solo un comentario; el pasado viernes recibí el más reciente estudio de Datincorp, prestigiosa encuestadora que fue la única capaz de predecir los resultados electorales del 6 de diciembre con la mayor exactitud incluido el abrumador número de diputados que alcanzaría la MUD. En su investigación con campo en la primera semana de febrero, concluye que solo el 22 % de los entrevistados quieren que Maduro continúe como presidente con 70 % considerándolo incompetente para tan elevada responsabilidad.

Junto con otros reos de conciencia y tantos desterrados, Leopoldo y Antonio son sujetos de beneficio de la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional recientemente aprobada en primera discusión. Personalmente no tengo ninguna duda que el proyecto será considerado y mejorado, de manera pronta en la Comisión a la cual fue remitido y en breve regresará a Cámara plena para ser aprobado en segunda discusión; pero no se necesita ser adivino para advertir que el gobierno con el tribunal supremo de justicia –en minúsculas como el Secretario General del Partido del Pueblo lo proclamó recientemente- impedirá que la Ley precitada tenga algún efecto y en palabras de Diosdado Cabello “los presos seguirán presos”.

Lamentablemente no hay solución al encarcelamiento de Leopoldo y de Antonio, al de los restantes presos políticos, al de los desterrados como dolorosamente no habrá justicia con los caídos en procura de un mejor país, con este gobierno y este presidente. Y no se trata nada más de quienes son vanguardia porque tampoco se resolverá la gravísima crisis económica-social, que a todos afecta, con este gobierno y este presidente. Para el desabastecimiento, la carestía de la vida, la pulverización del bolívar, la inseguridad, las carencias de los servicios públicos en particular los de salud, el gobierno y el presidente son tan sordos como para la libertad de Leopoldo y Antonio, por lo que la lucha que por delante tenemos no es por conceptos abstractos, ni por unos pocos, es por cada hombre, mujer, joven, niño, niña, nacidos en estas tierras, que merecen vivir mejor y en la esperanza, más bien la seguridad, de una Venezuela de oportunidades.

Son cruciales y definitorios los tiempos por venir. Dependerá del pueblo, afincado en la Constitución y Dios quiera de manera democrática, electoral y pacífica, que se conquiste el cambio y el cambio para bien. Entonces sí, Leopoldo y Antonio volverán a la calle, a contribuir decididamente en la construcción de la gran nación que la nuestra merece ser.