Luis Eduardo Martínez Hidalgo: EL FINAL DEL PRINCIPIO

luis eduardo martínez

No puedo decir, en propiedad, que conocí a Chávez pero si coincidí con él en varias ocasiones.

Al día siguiente de las elecciones de 1998, mi secretaria me anunció que Luis Miquelena quería hablarme. El entonces hombre fuerte del chavismo, luego de un rápido saludo me indicó: “El Presidente electo quiere reunirse con los Gobernadores. ¿Usted puede convocarles?”. A la fecha, lideraba la Asociación de Gobernadores de Venezuela y entendiendo la necesidad de construir armónicas relaciones, por el bien del país, entre el nuevo Jefe del Estado y los mandatarios regionales, no dudé en responderle afirmativamente.

Horas después, la totalidad de los Gobernadores esperábamos a Hugo Chávez Frías en el Palacio Blanco. Me tocó recibirle al pie de la escalinata, le extendí la mano protocolarmente y saludé con un “Bienvenido Presidente” a lo cual me respondió con un llanerazo abrazo proclamándome al oído: “Vamos a trabajar juntos”.

En el salón de reuniones –solo Chávez, los gobernadores, Miquelena y la recién estrenada Casa Militar- hablé primero e invoqué lo necesario de dejar atrás los sinsabores de la campaña electoral. Cité a Antonio José de Sucre cuando devolvió al derrotado Virrey La Serna la espada que le entregaba en señal de rendición tras la batalla de Ayacucho,  “Gloria al Vencedor, Honor al Vencido” y recordé una frase que mil veces había repetido para promover la cohabitación entre el Presidente Caldera con Gobernadores y Alcaldes: “Siendo un solo pueblo debemos ser un solo gobierno”.

La intervención  de Chávez fue un verdadero equilibrio de afecto y respeto. Nos llamó a la unión y entusiasmó con la visión de una nación de iguales. Al concluir el encuentro el optimismo era general y casi sin excepción nos sentimos “panas” del Presidente recién ungido; solo uno de nosotros, Gobernador de un estado andino, expresó su desacuerdo con un refrán que no olvido: “A correr piojos que llegó el peine”. Al día siguiente, Luis Herrera Campins lanzó el suyo que fue igual de profético: “A ponerse las alpargatas que lo que viene es joropo”.

Chávez en funciones fue otro. Con sistemática eficacia desmontó la descentralización que tantos beneficios brindó a las regiones mientras  implementaba un modelo económico que había fracasado en todos los países donde se aplicó empezando por la Unión Soviética. Sé de sobre que consultores políticos se empeñan en recomendar que no se aluda a Chávez en esta campaña electoral que ya finaliza –lo que si hace el oficialismo- por lo que no le meteré más candela al asunto –algunos pudieran pensar que al difunto, pero seguro que ya él, donde quiera que se encuentre, tiene bastante- salvo afirmar que como resultado de ese modelo, según la “Encuesta Condiciones de Vida de la Población Venezolana” que recientemente presentaron investigadores de la UCV, UCAB y USB, al cierre del 2015, 18 millones de venezolanos serán pobres.

Tras casi 17 años de un gobierno todopoderoso, con control absoluto de cualquier resorte del poder público, con ingresos que superan largamente a los que permitieron, con el Plan Marshall, recuperar a la Europa devastada tras la segunda guerra mundial, lo que tenemos es la mayor inflación del mundo, la mayor inseguridad del mundo, las mayores dificultades del mundo para la inversión privada, los peores indicadores del mundo en materia de servicios públicos, hospitales, vialidad, el mayor desabastecimiento del mundo.

Es generalizado el deseo de cambio, de cambio positivo. Lo palpo, lo oigo, me lo dicen, en nuestro frenético activar en barrios y caseríos; lo expresan con mayor énfasis, casi con desesperación los pobres que el oficialismo prometió acabar y que solo multiplicó.

El 6 de Diciembre, con los usos de la democracia, aunque en el caso nuestro se encuentre muy menguada, comenzará el cambio. No amaneceremos el 7, sin embargo, con la gravísima problemática, que nos afecta, resuelta pero si se iniciará un proceso que nos llevará, juntos, a construir el país que soñamos y merecemos.

Cuando jóvenes aviadores británicos derrotaron a la hasta entonces invencible Luftwafe, en la batalla de Inglaterra, Winston Churchill acuñó  una de sus tantas inspiradoras frases: “Este no es el final, no es ni siquiera el principio del final. Puede ser más bien, el final del principio”. Hay mucho que hacer y mucho que caminar, en Unidad. No lo olvidemos.

 

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