Lo que dijo Jesús Silva de los aviones nucleares rusos en Venezuela

Jesús-Silva

Los socialistas venezolanos queremos paz con todos los países pero no somos tontos frente a las amenazas frontales de agresión imperialista, así comienza su artículo Jesús Silva.

La llegada a Venezuela de dos aviones militares bombarderos rusos con armas nucleares demuestra que nuestro país no está indefenso frente a la amenaza de invasión estadounidense, vale decir, un escenario por el cual la dirigencia opositora radical trabaja todos los días y anhela con demasía. La cooperación militar de Rusia es estratégica para la asediada República Bolivariana y tiene fines estrictamente defensivos, lo cual debe ser divulgado ampliamente en la comunidad internacional para impedir Fake News (noticias falsas) contra el gobierno de Nicolás Maduro.

No faltarán los escépticos que digan que la Federación Rusa no será capaz de confrontar militarmente al imperio yanqui en pleno siglo XXI, que la época actual no es la del líder soviético Nikita Kruschev instalando ojivas nucleares en Cuba durante los años 60 del siglo pasado (aquella vez casi estalló la tercera guerra mundial). Sobrarán hipótesis de analistas, en cualquier caso el cuadro geopolítico entre Washington, Moscú y Caracas debe observarse con prudencia y ninguna variable es descartable.

En el supuesto negado de que EEUU nos invadiera, Maduro decretaría un Estado de Excepción en la modalidad de Conmoción por conflicto (art. 337 CRBV, segundo aparte) para defender la patria frente al ataque, esto significaría suspensión de ciertas garantías, y los revolucionarios chavistas actuaríamos en legítima defensa contra aquellos hijos indignos de esta tierra que le pidieron al imperio que nos agrediera.

Según reglas del Derecho Internacional, siendo los venezolanos patriotas víctimas de una invasión armada, estaríamos amparados para contraatacar tanto a los yanquis invasores en nuestro suelo como a los dirigentes opositores y a sus seguidores, pues ellos habiendo declarado a los imperialistas como sus salvadores, se habrían autoproclamado como agentes de tropas invasoras y por consiguiente merecerán ser neutralizados, incluso preventivamente.

En caso de invasión, las estructuras opositoras civiles y armadas serán las primeras en ser sometidas y barridas por la contraofensiva revolucionaria (ver caso Viet Nam), desde la cabeza, pasando por sus mandos medios, e incluyendo integrantes de las bases que no se rindan rápidamente. Cualquier opositor medianamente inteligente podrá sobreponerse a su intensa rabia antichavista y comprenderá que, si los yanquis invaden, no sobrevivirá el movimiento político contrarrevolucionario que pretende montarse en la silla presidencial con ayuda de Washington. Por esto la invasión no es negocio en Venezuela, no quedará civilización ni mínima condiciones de hábitat si se atenta militarmente contra la Revolución Bolivariana porque esta se encuentra armada y lista para defenderse.

Es un error invadir a Venezuela sin una oposición nacional fuerte capaz de asumir las riendas de la nación con respaldo de estructuras militares y grandes multitudes de civiles políticamente organizados. Es cuesta arriba la invasión, el imperialismo lo sabe, pero la fantasiosa clase media opositora venezolana no lo sabe y por eso habla sandeces en redes sociales, todas asociadas a su megalomanía, al chavismo le queda por lo menos medio siglo de reino en estas tierras.

El actual riesgo de invasión yanqui es culpa de la derecha venezolana radica que pide a Washington cometer ese crimen, es la misma gente que solicita bloqueo económico imperialista, aunque esta acción salvaje no haya funcionado para derrocar al Gobierno de Cuba durante 60 años. Entonces, si Cuba ha podido sobrevivir económicamente con caña de azúcar, más y mejor podrá sobrevivir Venezuela con su petróleo. De modo que estas alternativas opositoras son inmorales y políticamente reprochables.

La patria necesita dirigentes opositores que no sean oportunistas ni promotores de violencia. Hacen falta caras nuevas capaces de trabajar a mediano y largo plazo para producir un candidato presidencial opositor unitario para dentro de 6 años.