Jaime Bayly: «Una ninfómana como yo»

Jaime-Bayly

No se confundan, yo soy una señora gorda de derechas, de derechas extremas, extremistas, pero no de derechas trasnochadas, conservadoras, sino de derechas libertarias, modernas, es decir las que nunca ganan las elecciones.

Mis principales enemigos, además de los truchimanes de izquierdas, que son todos unos haraganes, unos memos, unos buenos para nada, son los curas y los militares, en ese orden. Si yo llegara al poder por la vía democrática (altamente improbable), o mediante una conspiración militar (un golpe siempre cuesta un dinerillo, pero últimamente los generales han rebajado sus tarifas y ofrecen golpes a precios módicos, accesibles, pagaderos en cuotas mensuales a dos años plazo, así de arrastrados están), lo primero que haría sería disolver, repito disolver, a las fuerzas militares, y dejar de comprar armas de guerra, y decirles a los espadones brutos que si quieren vestir uniforme e ir por la vida portando pistola al cinto, pues que trabajen como policías y hagan algo útil por la patria, en vez de estar acuartelados, mamando aguardiente, haciéndose pajas aceitosas, entrenándose para una guerra que nunca llegará, Dios nos libre de ella, porque esos mastuerzos no le ganan una guerra ni a la Marina boliviana en el lago Titicaca.

Soy famosa por mi trabajo como locutora charlatana de televisión, atizadora de polémicas insidiosas, agitadora de escándalos de poca monta, decidora de diatribas, invectivas y filípicas contra mis enemigos políticos, que son multitud, pero no me gano la vida con el sueldo magro, esmirriado, que recibo de la televisión, el cual tiende a decrecer, sino con los estipendios que me paga mensualmente la central de inteligencia, quiero decir la CIA, que hace años me reclutó para dar la batalla mediática contra los enemigos de la libertad, los socialistas angurrientos, ávidos de poder, ansiosos por robárselo todo y esconder los bolsos de dinero en conventos y abadías. La CIA me paga bien, no demasiado bien, correctamente bien, aunque se niega a aumentarme el sueldo, alegando que nuestro acuerdo secreto era que yo, Jimena Barclays, me postulase a la presidencia del país en que nací, el Perú, un pacto que rompí sin consultarles, porque llegué al convencimiento de que si me lanzaba como candidata perdería a no dudarlo en las urnas, pues el ciudadano de a pie sabe bien que soy una gorda mañosa, drogadicta, perezosa, frívola y especialmente lujuriosa, y que mi relación con los hombres libidinosos es tan promiscua como la que tienen con la verdad los socialistas y comunistas, menudos cachafaces. La CIA me paga todos los meses en transferencias bancarias a mis cuentas en paraísos fiscales, y sobre esos dineros estoy exenta de tributar, y por eso soy una mujer rica, boyante (por la fortuna que he atesorado y por mi cintura adiposa que se parece a una boya), y el día de mañana, cuando me despidan de la televisión, me dedicaré a conspirar por las redes sociales, pero no me quedaré muy pancha, de brazos cruzados, viendo cómo avanza la izquierda mentecata en nuestra América morena.

Hemos tenido dos o tres grandes victorias en los últimos tiempos, y no por eso estoy contenta o eufórica, sigo preocupada. Pero celebré como una loca que la izquierda argentina perdiera el poder y Macri consiguiera algo que todas en la agencia considerábamos imposible, y ahora lo apoyo a Mauricio, por supuesto, pero lo veo muy tirado a la izquierda, quizás para complacer al Papa, que es un peronista encubierto, un socialista de toda la vida, en la agencia tenemos un expediente secreto de Bergoglio, y sabemos que, in péctore, es más chavista que las hijas de Chávez, por eso no dice ni pío de la represión genocida en Venezuela, jesuita tenía que ser. Macri querido, estoy con vos, pero tenés que privatizar los trenes, todo el transporte público, las aerolíneas, los yacimientos de petróleo y gas, los bancos, el canal de televisión y las radios, tenés que entender que gobernar desde el centro es un suicidio lento.

También ha sido un gran triunfo de nosotras, las gordas espías de la CIA (porque todas mis compañeras son obesas como yo, y nadie nos acosa sexualmente, somos nosotras las acosadoras, a decir verdad), que el hablantín de Correa perdiera el poder en Ecuador, nos salió fácil y barato ganarnos a Lenín, hablamos con él, estaba necesitando una silla de ruedas nueva, se la conseguimos, buenísima, de última generación, tan cómoda que yo la uso cuando voy de compras a Aventura, y además le regalamos un helicóptero especial para personas discapacitadas, y se amigó con nosotras y mandó al carajo a Correa, bien por Lenín, que ahora, quién lo diría, está con nosotras y es sensible, maleable, dócil a nuestra agenda libertaria. Chile y Uruguay están totalmente bajo control, fuera del radar de preocupaciones, y en el Perú, mi patria querida, hemos tenido que redoblar esfuerzos para que la oposición no se tumbe al coimero veterano de toda la vida que es Kuczynski, el rey de la mermelada, quien en su día también recibió pagos secretos de la agencia, pero es que este viejito recibe pagos secretos de todo el mundo, es un as para ofrecer consultorías y cobrárselas a perro, pericote y gato.

Nos preocupa que en Perú decline la estrella de la hija mayor de Fujimori y ascienda la de Kenji, el hijo menor. Sabemos que este chico no ha leído nunca un libro completo. Sabemos que su formación intelectual consiste básicamente en lecturas de Condorito, Playboy, la revista Hola! y los calendarios de Luciana Salazar, y que es un pajero empedernido que se pasa las noches viendo cómo se cepillan a unas japonesas tetonas en internet. La CIA me ha comisionado a hablar con el joven Fujimori y disuadirlo de ser candidato, pero cuando viajé a Lima y me reuní con él, lo primero que hizo fue mirarme las tetas, que en mi caso, debo reconocer, son ubérrimas, y decirme «qué fuerte que está usted, señora Jimena Barclays», con lo cual me ganó bastante a su causa, la verdad.

Lo que más me alarma ahora mismo, como agente rolliza del servicio de inteligencia, es que la izquierda gane el poder en Colombia hacia mediados de junio y en México a principios de julio. Estoy aterrada. He tenido que multiplicar mi consumo de ansiolíticos, vodka, coñac, hipnóticos y cannabis. Todas mis fuentes mexicanas me dicen que es inevitable que gane El Peje en México. Hasta Jorge Ramos, el periodista, con quien he tenido comercios eróticos furtivos en la cochera de Univisión, me confirma que El Peje es bolo fijo y que los jóvenes mexicanos votarán masivamente por él, lástima que aún no puedo convencer a Jorge de lanzarse como candidato. Si gana El Peje, será malísimo para nosotras, las chicas pistoleras, en la agencia, porque sabemos bien que ahora ha moderado su discurso, copiando al Chávez embustero del año 98, pero cuando se haga del poder, dejará ver sus verdaderos colores y el rencor tomará posesión de su agenda, hay que ver lo mucho que detesta a los capos del PRI, a quienes quiere ver en la cárcel.

También veo con pavor que la izquierda gane en marzo las legislativas y en junio las presidenciales en Colombia. Petro, que es más chavista que Maduro, que en su día era íntimo confidente y aliado de Chávez, va primero en las encuestas, y no sabemos qué hacer para torpedearlo y bajarlo. Fajardo va segundo, y el problema con él es que nadie sabe si es de izquierda, de centro o de derecha, o sea es una suerte de peronista colombiano. La única izquierda buena en Colombia es la de James Rodríguez, el futbolista, punto y final. Santos, el presidente, que solía estar en nuestra planilla, se hartó, nos mandó al carajo, se amigó con los chavistas, se obstinó con el Nobel, lo ganó, y ahora tiene a tres candidatos, que son Fajardo, Vargas Lleras y De la Calle, y hasta un cuarto, que es Petro, que mucho lo ayudó a ganar la segunda vuelta hace cuatro años. Nuestra prioridad en la CIA es derribar a Maduro e instalar un gobierno democrático en Venezuela, y si perdemos en México y Colombia, y esos dos países se vuelven defensores de Maduro, la cosa será mucho más complicada, y por eso duermo mal estas últimas noches, porque imagino a El Peje y Petro apoyando a Maduro y temo que mis jefes en la agencia, esos bandoleros que han ganado fortunas estos últimos años comprando acciones de Amazon, me despidan de una buena vez y para siempre.

Porque a Maduro tenemos que voltearlo antes de julio, antes de que termine el mundial de fútbol a mediados de julio. Si para entonces ya ganaron Petro y El Peje, estaremos fritas. El momento para sacarlo será en mayo, luego de que consume el fraude monumental que viene maliciando para finales de abril. Le hemos pedido a Ramos Allup que no inscriba su candidatura, pero el viejito es terco y no nos hace caso y dice que es su última oportunidad biológica de ser presidente, porque ya está mayorcito. Le hemos ofrecido un maletín lleno de Bitcoins, pero el viejito me respondió: «esas criptomonedas, señora Barclays, puede usted metérselas por su criptoculo». Me dejó fría, helada, no sabía que Henry era tan procaz. Y le hice caso y me introduje una por la vía rectal, y la verdad es que fue un placer inenarrable, le debo ese éxtasis innoble al buen Ramos Allup. Y es que cuando muera quiero que mi epitafio sea: «Hizo un uso creativo de sus orificios».

No me ha quedado más remedio que ponerme en contacto con el general Padrino. Es un idiota redomado. Al lado de ese descerebrado, Maduro es Elon Musk o Jeff Bezos, y no exagero. Padrino es tan poca cosa que duerme con la luz encendida y con pantuflas de unicornio, y orina sentado (esto lo tenemos documentado fotográficamente en la agencia, y es materia de encendidos debates, porque al parecer Padrino tiene una dotación genital tan microscópica que no aparece en cámaras, lo que acaso explica su aversión al coraje), y está enamorado de Delcy Rodríguez, una mujer que tiene el carisma de un lunar y la belleza de una verruga. Le he propuesto a Padrino una suma millonaria para que expectore del poder a Maduro, le hemos asegurado un exilio dorado en la costa oeste del Canadá, sin pagar por sus crímenes desde luego, pero cada vez que lo llamo por teléfono satelital encriptado me dice: «deme tiempo, señora Barclays, deme más tiempo, los cubanos me espían, tengo miedo de que me fusilen como fusilaron a Ochoa». Y yo le digo: «oiga, Padrino, nuestra oferta expira a fines de mayo, y si usted no la acepta, contrataremos a otro y daremos el golpe y usted irá a la cárcel, así que piénselo bien y no se demore tanto, hágame el favor». Padrino es tan tarado que me dice: «pero señora, si ejecutamos la operación comando, yo no quiero irme a Canadá, quiero presidir la junta de transición, y ser candidato presidencial, y ganar las elecciones, y gobernar seis años». Y yo le digo: «pero Padrino, no sea mamahuevos, quién carajos va a votar por usted», y él me dice: «eso no importa, señora Barclays, dejamos a Tibisay en el CNE y así gano seguro». Tremendo pillo este felón de Padrino, no sabe que tiene sus días contados y es tan pesado y aburrido que pone a dormir a una ninfómana como yo.