Fernando Luis Egaña: ¿Dónde queda el llegadero?

Desde hace años se afirma que ya llegamos al llegadero, queriendo decir que el régimen bolivarista colapsó y que el cambio político de verdadera sustancia es una realidad a la vuelta de la esquina. La realidad, sin embargo, nos ha demostrado que ello no era así. O por lo menos, hasta ahora no ha sido así. Venezuela como país funcional ha colapsado, pero la hegemonía que lo ha venido destruyendo sigue en el poder. Y no en cualquier poder sino en uno que despotiza y depreda ya sin ningún disimulo. Pasa, eso también y por esa misma razón, que ya el país entró en el terreno de la crisis humanitaria, y la profundidad y extensión de la crisis social, económica y, por tanto, política, pone en el tapete el tema del llegadero.

Quedan sus escépticos en el campo opositor. Quedan los que creen que las cosas no están tan mal. Quedan los que apuestan por la viabilidad de un diálogo constructivo y efectivo. No quedan muchos de estos, pero deberían revisar las recientes declaraciones muy críticas de hasta ayer jerarcas del poder rojo, para finalmente disipar sus dudas y sus muy débilmente fundadas ilusiones, para decirlo con delicadeza. Venezuela se hunde con rapidez exponencial. Que nadie se confunda.

Todo eso se percibe en el ambiente. La crisis humanitaria es demasiado intensa y expansiva como para que se prolongue de manera indefinida. Y el causante de la megacrisis, la hegemonía roja, por supuesto que no manifiesta un mínimo de lucidez en tratar de afrontarla, y muy por el contrario se atrinchera en la arbitrariedad, la represión y la autosuficiencia. Por eso la manipulación burlesca y opresiva, a la vez, del proceso revocatorio. Por eso es que Venezuela no solo se cae a pedazos sino que está ardiendo por los cuatro costados, aunque buena parte de los grandes medios no lo reflejen de esa manera, y más bien hagan esfuerzos para proyectar una imagen distinta, esto es para mentir descarada e interesadamente.

Se suele comentar que los países no tocan fondo. Es un tema complicado y ese concepto exigiría una ponderación que va mucho más allá de estas simples líneas. Pero Venezuela está descendiendo hacia el fondo, tanto en términos comparativos con otros países de la región, como con su propia historia moderna a partir de 1936. La inflación persistente más alta del mundo, una escasez generalizada y creciente de todo tipo de productos, comenzando por alimentos y medicinas básicas, y una explosión continuada de violencia criminal, son parte de ese precipicio o de ese fondo por donde cae nuestro país. ¿Que el fondo se puede hacer más abismal? Me parece que sí, pero el aguante del grueso de los venezolanos, a pesar del temor y la intimidación que se instiga desde el poder, no creo que sean ilimitados.

¿Qué pasará? Nadie lo puede anticipar con precisión, pero algo sumamente grave pasará porque ninguna sociedad puede mantenerse en la aguda debacle de la nuestra. De hecho, lo que ya está pasando es sumamente grave, pero puede serlo todavía más, si Maduro y sus colaboradores se empecinan en preservar su despotismo depredador. ¿Dónde queda el llegadero? Nadie está sentado en un trono de sabiduría perfecta para asegurarlo. Pero no luce quedar muy lejos. Más bien luce muy cerca. Pero ello también dependerá, en alguna medida importante, de la capacidad para entenderlo y luchar en consecuencia.