Caracas, el capitalismo salvaje de la escasez

En lo que va de agosto los precios continúan subiendo, dice este análisis del periodista Alfredo Meza, publicado en El País de España.

Para obtener los productos de una cesta de la compra básica he tenido que recorrer durante el último mes los supermercados de Caracas y las ciudades vecinas. El envase de agua mineral de 1.5 litros, dato con el que al fin he podido culminar esta investigación, apareció en la nevera de un club privado del litoral central venezolano, a una hora de la capital del país, el pasado fin de semana. Fue como encontrar el santo grial. Desde hace varios meses en las panaderías y supermercados venezolanos casi no se consigue agua potable envasada.

En las últimas semanas las filas son más largas y es una tentación difícil de evitar acudir al mercado negro para abastecerse. Fuera del ojo avizor del Gobierno chavista rige el capitalismo más salvaje. El precio del agua mineral de 1.5 litros al menos duplica su valor. En lo que va de agosto, con el incremento de la escasez y el desabastecimiento, los costos siguen subiendo por el ascensor, mientras el salario de los venezolanos permanece en la planta baja.

Desde hace varias semanas, por ejemplo, buscaba con denuedo leche para mis hijos pequeños. La leche pasteurizada no viene desde hace muchos años y solo se consiguen envases de larga duración. El lunes apenas me quedaban dos litros y para volver a abastecerme debía esperar hasta el viernes, cuando podría comprar, si tenía suerte y llegaba el producto al súper de la urbanización donde vivo, hasta seis litros. Es el día que me corresponde comprar alimentos básicos según el último número de mi cédula de identidad. Ese lunes recibí la llamada de un “bachaquero”, como llaman en Venezuela a los vendedores informales, quien me ofrecía doce litros al doble de su precio de venta justo. No lo dudé y lo compré. El ciclo de la angustia empezará dentro de 15 días cuando mis provisiones comiencen a disminuir.

El Gobierno de Nicolás Maduro fijó para todos los bienes el precio de venta justo, que, en el caso de los alimentos básicos, debe imprimirse en los envases y empaques de los productos ofertados. Ese indicador se fija sumando los costos de producción, más los gastos ajenos a la producción y un margen máximo de ganancia del 30% del costo de producción. Los productos no se consiguen a esos precios porque la inflación, cuyo indicador oficial no se conoce desde diciembre, avanza mucho más rápido que la capacidad que tiene el Ejecutivo de fijar nuevos precios. El que más dinero tiene es el que sobrevive en mejores condiciones. Se estima que entre enero y julio de 2015 Venezuela registró una inflación cercana a 90%.