Le pidió medicinas a Maduro y se encontró con una desagradable sorpresa

Una usuaria de la red social Twitter, quien requería un medicamento de alto costo para tratar una afección en el hígado de la que padece su madre, denunció recientemente el abuso y el engaño del que fue objeto por parte de un estafador. El sujeto, quien aseveraba poseer la Capecitabina que ella necesitaba, pretendía venderle tres cajas de este fármaco en 3 millones de bolívares cada una. Pero la medicina en realidad no existía.

 

La dama en cuestión, ante la escasez de medicamentos que actualmente se vive en el país, una noche decidió escribirle un tuit al presidente Nicolás Maduro, planteándole qué posibilidad había de que la ayudara. Al siguiente día de haber publicado la petición en la cuenta oficial del jefe de Estado, recibió en su teléfono celular un mensaje de un muchacho «muy amable».

 

«Vi en el Twitter que necesitas Capecitabina. Tengo tres cajas, las vendo en 3 millones de bolívares cada una», le escribió el joven. El individuo se identificó como Maiker Hernández y afirmó ser de Carúpano, estado Sucre. Indicó que las medicinas «le habían sobrado del tratamiento que la habían hecho a su padre».

 

«Esa misma tarde armé mi bolso viajero para arrancar en la noche de Barquisimeto a Caracas y de allí a Carúpano, para concretar la compra. Llamé a familiares para garantizar el efectivo para viajar y el dinero en la cuenta corriente para transferir al vendedor», explicó la dama.

 

No obstante, como precaución, le pidió a un amigo que reside en Carúpano que pasara por el lugar en el que vivía el supuesto vendedor, para corroborar que sí tenía el medicamento. «Mi amigo lo llamó y Maiker contestó la llamada. Pero al decirle para qué era, trancó inmediatamente la llamada y no respondió más. Sin dudas se trataba de un estafador, de un muchacho sin escrúpulos que vio en la cuenta Twitter del Presidente mi expresión desesperada, y decidió jugar con el más profundo dolor ajeno para sacar un miserable provecho económico», escribió la afectada.

 

«Sé que mi testimonio es el de muchas familias venezolanas que han pasado por lo mismo. Sé que no soy la única a la que le ha correspondido cruzar este camino terriblemente cruel. Escribo estas líneas desde el desahogo, desde la impotencia, desde el dolor infinito», concluyó.

 

A continuación el texto con la denuncia completa:

 

Los medicamentos para quimioterapia los llaman «de alto costo», por el precio tan elevado que debe pagar el paciente o sus familiares para obtenerlos.

 

Tomé conciencia de esta realidad desde el pasado mes de noviembre, cuando mi madre finalizó sus ciclos de quimioterapia y el médico le indicó continuar con otro medicamento » de alto costo» para enfrentar una afección en el hígado.

 

Allí comenzó el viacrucis para nuestra familia. El fármaco recetado se denomina Capecitabina y está agotado en todos los lugares de Venezuela donde venden medicamentos para pacientes con enfermedades crónicas o especiales. El laboratorio que lo fabrica asegura no tenerlo dentro de sus inventarios. Actualmente para obtener esta medicina en el país hay que encargarla del exterior o asumir el riesgo de cruzar la frontera hacia Maicao o Cúcuta llevando prendas de oro para vender, dólares para ofrecer en las casas de cambio o celulares de última generación, laptops u otros objetos de valor para transformarlos en pesos colombianos.

 

La familia del paciente que requiera Capecitabina debe disponer de unos 450 dólares, más otra cantidad en bolívares en efectivo para gastos de traslado a Colombia, con el riesgo de ser robado en el intento o que quizá le sea decomisado lo que lleve o lo que traiga.

 

Nuestra familia es de escasos recursos, y como muchas familias en el país, no hemos podido conseguir el medicamento para nuestra madre, porque requiere cinco cajas de Capecitabina, con un costo aproximado de 2 mil dólares. Nos hemos tenido que conformar con pañitos calientes para calmarle el dolor o sentir impotencia al escuchar sus quejidos penosos.

 

Una de las situaciones más tristes la viví esta semana, al comprobar la indolencia y miseria del ser humano. Una noche de desesperación, de insomnio sin saber qué hacer, decidí escribirle un Twitter al Presidente Maduro. Le explicaba mi problema, planteando la posibilidad de ayuda. Colgué el mensaje en la cuenta oficial del mandatario y me acosté aliviada pensando en que tal vez la petición llegaría. Al siguiente día recibí en el celular un mensaje de un muchacho muy amable. Afirmó ser de Carúpano, estado Sucre. «Vi en el Twitter que necesitas Capecitabina -me dijo- tengo tres cajas, las vendo en 3 millones de bolívares cada una». Yo alegre y esperanzada ante la posibilidad cierta de conseguir lo que tanto anhelábamos, le dije apresurada que sí, que estaba interesada, que las requería con urgencia. Me dió su número de celular y lo llamé de inmediato. Aseguró llamarse Maiker Hernández, me expresó que las medicinas le habían sobrado del tratamiento que le habían hecho a su padre. Que sabía lo que era pasar por eso. Que era seguro que me las vendería. Que contará con eso… Esa misma tarde armé mi bolso viajero para arrancar en la noche de Barquisimeto a Caracas y de allí a Carúpano para concretar la compra. Llamé a familiares para garantizar el efectivo para viajar y el dinero en la cuenta corriente para transferir al vendedor.

 

Tomé, sin embargo, la precaución de pedirle a un amigo que vive en Carúpano que pasara por el sitio donde vivía el supuesto vendedor para verificar la existencia del medicamento. Mi amigo lo llamó y Maiker contestó la llamada pero al decirle para qué era trancó inmediatamente la llamada y no respondió más. Sin duda se trataba de un estafador, de un muchacho sin escrúpulos que vio en la cuenta Twitter del Presidente mi expresión desesperada y decidió jugar con el más profundo dolor ajeno para sacar un miserable provecho económico.

 

Sé que mi testimonio es el de muchas familias venezolanas que han pasado por lo mismo. Sé que no soy la única que le ha correspondido cruzar este camino terriblemente cruel. Escribo estas líneas desde el desahogo, desde la impotencia, desde el dolor infinito. Con la esperanza que alguien con poder las pueda leer y pueda ayudarnos a encontrar una luz en este túnel oscuro y tortuoso en el que desafortunadamente nos quedamos varados, reseñó LaIguana.TV

(noticiasaldiayalahora.co)