La escasez se agrava en el Táchira tras una semana del cierre de la frontera

La venezolana ciudad de San Antonio, al borde de la frontera con Colombia, supera una semana desde que se ordenó el cierre del puente que une a ambos países con una agravada escasez y la mayoría de sus comercios cerrados, según constató Efe.

 

Fotos EFE

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La ciudad fronteriza que fue hasta hace poco un corredor por el que circulaban libremente de forma ilegal mercancías destinadas al contrabando, se ha quedado paralizada con el cierre de un tramo de la frontera ordenado por el Gobierno de Venezuela.

Muchos de los comercios del poblado ubicado al extremo oeste de Venezuela permanecen cerrados en parte porque, según los habitantes, sus dueños son colombianos y quedaron varados al otro lado de la frontera.

Pocas tiendas se mantienen abiertas, la mayoría de ellas de alimentos o medicinas ante las que aguardan largas filas de venezolanos que desde la madrugada se forman para comprar los productos que estén disponibles.

Artículos de higiene personal, y algunos alimentos como el arroz, pastas, leche, o café, solo pueden encontrarse a través de revendedores clandestinos que ofertan el producto incluso por 30 veces su valor.

“Ya uno no encuentra ni un granito de arroz, yo he tenido que salir a comer en la calle, porque en mi casa no tengo comida y si me pongo a hacer cola entonces no trabajo”, explicó a Efe Nelson Benitez García, un taxista que vive en la zona desde hace más de 10 años.

Hasta ahora la escasez había sido atribuida a los contrabandistas que, según las autoridades venezolanas, son en su mayoría colombianos que ingresan al país ilegalmente y que desvían los productos al país vecino.

Sin embargo, tras una semana del cierre del tramo de la frontera por el que se comunica la venezolana San Antonio con la colombiana Cúcuta, y la deportación y repatriación de cientos de colombianos, la crisis de desabastecimiento se ha vuelto, según los habitantes de San Antonio, más grave.

Según las autoridades venezolanas, a través de los 2.219 kilómetros de frontera circula el 40 % de la producción del país, debido a los bajos precios con que se adquieren en Venezuela al estar subvencionados por el Estado y el gran margen de ganancia que deja su venta ilícita en Colombia.

En el caso del combustible, sin embargo, el efecto del cierre fronterizo ha sido el contrario. Las estaciones de servicio que hasta hace una semana eran el escenario de largas filas de automóviles, muchos de ellos colombianos que cruzaban la frontera para llenar el depósito, permanecen ahora vacías.

En el caso de la gasolina, el precio subsidiado del petróleo y sus derivados en Venezuela son un gran incentivo para los contrabandistas, pues mientras que en Venezuela un galón del combustible vale 0,07 dólares, en Colombia cuesta 4,3 dólares.

Las autoridades venezolanas han asegurado que de los 700.000 barriles por día que demanda el mercado interno, el país pierde un estimado de 100.000 barriles de petróleo que son llevados por contrabando hasta Colombia.

“Pero uno no se emociona, porque para qué, esto va a durar lo que dure la frontera cerrada”, dice Benitez García en referencia al alivio de las colas en las gasolineras desde hace una semana.

Indira Guerrero/EFE