Invasiones en el Ávila podrían alterar los ciclos climáticos de la cuidad

En el kilómetro 11 de la carretera vieja Petare-Guarenas 77 familias viven en las faldas del Ávila. Cuando llegaron al sitio, hace 13 años, los invasores fueron imputados por tala y quema, pero “eso se acabó cuando llegó Chávez”, afirma una de las habitantes de El Maizal, reseñó El Nacional.

Por: EMILY AVENDAÑO

La comunidad está separada de la carretera por el embaulamiento de una quebrada. Para llegar tienen que atravesar una pasarela que instaló el Instituto de Vialidad y Transporte de la Gobernación de Miranda cuando Diosdado Cabello ejercía el cargo; pero de la montaña nada los separa. “La orden es que nadie toque el cerro para proteger el cortafuegos que está más arriba. Toda la comunidad es responsable de proteger el parque nacional”, dice Yamileth Bracamonte, del Consejo Comunal El Maizal.

Sin embargo, todos los asentamientos en las faldas del Parque Nacional Waraira Repano tienen un impacto negativo.

Cristina Vaamonde, directora de la ONG Una Montaña de Gente, explica que la deforestación necesaria para invadir remueve la cobertura vegetal arbórea que protege el terreno de los deslizamientos; al talar los árboles hay menos fuentes de oxígeno y merma la calidad del aire y del agua.

El Ávila también contribuye a controlar la temperatura en la ciudad y su afectación podría alterar los ciclos climáticos.

“El problema es que quien invade ve en el Ávila una oportunidad de poblar y cultivar. Lo hacen por la gran impunidad que hay. Tienen la certeza de que no van a sacarlos”, asevera Vaamonde.

En la autopista Gran Mariscal de Ayacucho, a la altura del Helipuerto, se aprecian en el Ávila distintas tonalidades de verde. Destaca el tono del eucalipto, una planta incompatible con el cerro, pero cultivada por los invasores. “El eucalipto seca el terreno y todo lo que tiene alrededor”, asegura Yazenia Frontado, directora del Proyecto Ávila.

Por encima del límite. Cuan- do se decretó la montaña como Parque Nacional, en 1958, el objetivo era protegerla. Para la década de 1950 estaba intervenida y se había convertido en fuente de carbón al quemar la madera para producirlo. El paisaje del Ávila de entonces se asemejaba más al de una sabana. En 1974 se amplió la superficie del parque nacional, quedando con 85.192 hectáreas.

De acuerdo con los cálculos de Una Montaña de Gente, 10% de esa superficie sufre las invasiones. “Nos preocupa que la montaña nuevamente se esté `sabanizando’ por el descuido del sistema hídrico y las campañas de reforestación. No hay una continuidad de gestión en la protección de los valores que provee el Ávila”, afirma Vaamonde.

Existen unos límites en cuanto a la urbanización de las ciudades alrededor del cerro. En el caso de Caracas es la cota 1.000 sobre el nivel del mar, en La Guaira la cota 120 y hacia Guarenas y Guatire, por las diferencias de altura, la cota varía entre la 500 y la 800. Vaamonde sostiene que las invasiones que han ocurrido en ese sector en los alrededores de la GMA están por encima de ese límite.

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