Impactantes declaraciones de una “prepago” del Zulia: “Mi familia no pasa necesidades”

El sol apenas comienza a mostrarse en las calles de Maracaibo. Es lunes y en una de las plazas con mayor concurrencia de la ciudad están las “grúas”. Son unas 15 mujeres las que recorren esa parte del sector y frente a la mirada “atónita” de transeúntes y choferes esperan que les salga una oportunidad.

Rita, un alias escogido por ella misma ante el rechazo de develar su nombre, tiene 43 años y una apariencia normal. Lleva consigo una blusa al ras de su figura y una licra de colores con zapatos bajos. Para quienes no la conocen, solo pueden identificarla como prostituta al verla e

A ella, el hambre y la necesidad la arrastraron a este mundo y forma parte del mismo desde hace cinco años. “Yo fui una mujer como cualquier otra. Mi esposo me daba dinero y con eso nos alcanzaba. La cosa se nos puso muy arrecha y no teníamos para cubrir nuestras necesidades. No puedo trabajar en una casa de familia por cinco mil o seis bolívares diarios que solo me alcanza para comprar una harina, mientras mis hijos se mueren de hambre”, dijo a La Verdad. 

Sus labores en la calle hicieron que su vida cambiara por completo y nunca más pudo ser normal. “No me dedico a lo mismo que el resto de personas. Muchos critican que no llevamos una vida común y corriente, pero mira cómo la mayoría de personas pasan hambre por llevar esa vida normal. Mi familia no pasa necesidades, hambre o trabajo y les puedo pagar los colegios a mis niños, añadió.

Aunque admite que su familia no sabe o se imagina de su “vida alegre”, pasó por situaciones feas y riesgos para conseguir fácil el dinero. “Tengo una doble vida. Por mi casa soy una señora e incluso pertenezco a la asociación de padres y representantes en el colegio. Me consigo personas conocidas por aquí y cuando me preguntan qué hago, les digo que estoy haciendo algún tipo de papeleo u otra cosa”, destacó. Su jornada inicia a las 7:00 de la mañana y se extiende hasta las 12:00 del mediodía porque “con lo que reúne le alcanza”.

Rita hace una pausa cuando se le consulta sobre los sentimientos que le ocasionan el tener ese estilo de vida. “Esto es horrible. Vivimos con miedo y zozobra, pero es nuestra manera de sobrevivir”. Mientras narra parte de su vida, mira a uno de los locales comerciales y comenta, “apúrate, porque ahí está uno de mis amiguitos y tengo que trabajar”. 

Su esposo en la actualidad fue un antiguo cliente de una de sus amigas y el amor comenzó en la calle.“Nos conocimos y empezó a salir conmigo al tiempo. Él me respeta y juntos compartimos los gastos de la casa.Sabe de dónde vengo y siempre está para nosotros”, detalló.  Ella acostumbra a montarse en carros de desconocidos y en uno de los días en que lo hizo, fue “amedrentada, amenazada y violada”.

La clase social de sus clientes varía desde “muy pobres” hasta “riquitos” y explica que llega a ver de todo. “Consumí muchas drogas, pero ya no lo hago. No salgo con borrachos y cuando lo hice les quité la plata y los dejé botados”. Entre sus reglas inquebrantables está no darles el número telefónico a clientes por temor a que atiendan en su casa y enamorarse.

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