“Hay que fortalecer la solidaridad ante la violencia social que se avecina”

María Teresa Urreiztieta, investigadora y psicóloga social, señala que la lógica del “sálvese quien pueda” en los sectores populares ante la hiperinflación y la escasez de alimentos puede profundizar la crisis si no se toman correctivos

Olgalinda Pimentel/El Nacional 

Todos los indicadores están dados para que en el país ocurra el desbordamiento de una gran conmoción social ante la crisis económica, que ya se expresa en el saqueo y en otros comportamientos inéditos de sobrevivencia en la sociedad venezolana, advierte María Teresa Urreiztieta, investigadora de la USB y psicóloga social. Por eso, afirma que “hay que darle un parado”. Frente a la violencia de Estado como forma de control social, debe prevalecer la conciencia ciudadana. “Ayudar es fundamental para la sociedad en este momento, porque la emergencia ya comenzó”.

¿Cómo percibe el comportamiento ciudadano frente a la situación?

—La hiperinflación y su impacto, la carencia de alimentos y medicinas fundamentales para mantener la vida, forman parte del avance de la crisis generalizada que es no solo social, económica y política, sino también histórica, ocasionada por un proyecto antidemocrático que implica un proyecto de dominación. Esto ha causado un agravamiento de las condiciones de vida, un ahondamiento de la crisis humanitaria, como lo hemos visto en estos últimos tres meses, y un cerco a la posibilidad de una vida plena. La población está llevada al límite de su aguante, y eso significa que seremos testigos de comportamientos individuales y colectivos inéditos para poder afrontar estos escenarios. Vamos a ver una mayor dinámica de sobrevivencia.

¿Cómo se va a manifestar esa sobrevivencia?

—Hay desesperanza y resignación pero sobre todo la gente se activa para protegerse. El miedo a pasar hambre, a sucumbir y perder la vida por falta de medicamentos en un momento de emergencia, es el gran motor. Los saqueos en Maracay, como de licorerías, son comportamientos inéditos que ocurren normalmente en comercios que las personas tienen a la mano, y donde muestran una gran anarquía pero también su necesidad de sobrevivencia. Sin embargo, ahora la gente va a ir directamente a donde estén almacenadas las posibilidades de recursos: escuelas, farmacias, automercados, bancos (que al parecer también están siendo agredidos); estamos ante una dinámica de sobrevivencia que no es otra cosa que protección de la vida para no morir. Como es una población llevada al límite, despierta nuevos miedos y resentimientos que pueden derivar en una profunda violencia social. Es la lógica del sálvese quien pueda sobre todo en la mayoría de la población desamparada y desasistida.

¿Cree que esta dinámica de sobrevivencia prevalecerá sobre la protesta contra el gobierno?

—Vamos a ver una gama compleja de comportamientos colectivos: el miedo va a motorizar la retoma de la conciencia ciudadana hecha acción colectiva, así como la demanda por el cambio económico y político; y por otra parte, veremos muchísimas expresiones de la dinámica de sobrevivencia que ya observamos: saqueos, robo a mano armada en bancos, plazas… Todas son expresiones de indignación y de miedo que harán que las personas se activen. Eso está implicando un daño a la psiquis personal y colectiva porque la gente está reducida a esas dinámicas desde lo más primitivo. Es una tendencia de la población que está pasando hambre y que quiere salvar la vida.

¿En cuáles sectores de la población va a prevalecer esa tendencia?

—Cada estrato sufre profundamente y siente la necesidad de salvarse, pero cada uno tiene maneras diferentes de expresarse. Las clases populares están sometidas a un intenso estrés porque no pueden dar de comer a sus hijos, por ejemplo, lo que ha sido denunciado como violación sistemática de derechos humanos, y apelan a la violencia, al tráfico de drogas, a la protesta para demandar servicios básicos y comida; las clases medias también están agobiadas por esta tenaza de hiperinflación, y expresan su malestar con el éxodo, que es una situación dramática, la emigración en la frontera de clases medias, bajas y obreras. La clase media con su éxodo está descapitalizando hospitales y universidades, debilitando así nuestra reserva educativa.

El tema de la crisis humanitaria no se ha abordado en Santo Domingo con la urgencia que exige la población afectada.

—El gobierno ha logrado el control de la población por la vía del estómago para sus fines de dominación y control político, a pesar de tener en gran parte en contra a esa misma población. Pero con la oposición estamos viendo en el diálogo un escenario que no se debe abandonar. Hay que agotar todas las posibilidades de resolución pacífica de conflictos y abrir una vía democrática con la construcción de liderazgos para salir de este conflicto. Es preciso conseguir que el gobierno recapacite sobre el sufrimiento de la población. El problema está en la debilidad tremenda del liderazgo político por pugnas internas, con muy poco compromiso sobre el destino de Venezuela.

¿Cuánto tiempo más puede soportar la población venezolana esta situación?

—Hay gente que no lo ha soportado, ha muerto por falta de medicamentos, gente que está a punto de sucumbir, como lo hemos visto en las manifestaciones de trasplantados, y esto va a ir creciendo, pues se expande en momentos de crisis porque no se han tomado los correctivos necesarios y el gobierno insiste en impedir la cooperación internacional.

¿Entonces no puede esperar un año más?

—Ya tenemos una profunda crisis y ya la población está dando muestras de agotamiento. La protesta inédita de Antímano el 31 de diciembre y el cacerolazo expresan que la gente está dispuesta a seguir luchando, a dejar la parálisis. Se debe tomar conciencia del poder ciudadano y de la necesidad de articular las fuerzas sociales para que se interpele al gobierno. Hay que echarle un parado a esta situación. Todos los indicadores están dados para que haya el desbordamiento de una gran conmoción social que ya está aquí, y que va expresándose, aunque tímidamente, por la represión y la violencia del Estado que hemos visto en el asesinato de la joven embarazada y en la cola de gente que esperaba el pernil prometido por el gobierno. Ya la represión del Estado está avisando a qué está dispuesto y hasta dónde puede llegar. Esto es lo que yo llamo el pulso revolucionario.

¿Que debe hacer el venezolano para fortalecerse emocionalmente ante la conflictividad que está por venir?

—Hay dos ámbitos que se deben considerar. En el ámbito familiar, lo primero es no aislarse, porque solos somos profundamente débiles y vulnerables; no resignarse a permanecer inactivos contemplando la dramática situación que amenaza a la persona y a su familia; esto quiere decir que hay que activarse, hacer reuniones familiares, vecinales, comunitarias, para estar informados y ser parte de las estrategias de resistencia y cambios de la comunidad. Es muy importante leer y discutir las recomendaciones sobre cómo hacer frente a la hiperinflación, y no exponerse a personas que causan zozobra. El segundo ámbito implica asumir tareas de liderazgo, recrear una vía democrática y pacífica en lo político; fortalecer el tejido social y las redes de solidaridad; ayudar, esto es fundamental para la sociedad en este momento. Hay que activarse ya porque la emergencia comenzó hace casi un año y fue tan difícil y doloroso.

¿Y si eso no se hace?

—Si eso no se entiende así vamos directo a un descalabro de la convivencia. Al gobierno solo le quedará profundizar la violencia de Estado para imponer su proyecto, pero eso también se agota, porque la población tiene un límite. Es lo que queda por haber renunciado a la democracia, lo que significa una verdadera tragedia para Venezuela.