Denuncian reventa de boletos en terminales públicos y privados

Los viajeros hicieron cola desde el jueves en la noche para conseguir un ticket. Ayer al mediodía seguían esperando

Dalila Itriago/El Nacional

Recostado sobre una reja de hierro gris a las puertas del terminal de autobuses privado Rodovías de Venezuela estaba ayer al mediodía Evert Pérez. La empresa había decidido cerrar los accesos de las instalaciones para evitar desórdenes con los pasajeros, que lucían cansados luego de esperar durante 16 horas frente al establecimiento sin que les ofrecieran información clara sobre la posibilidad de adquirir boletos, y Pérez esperaba respuesta.

“No quieren que subamos porque creen que causaremos algún daño. Mucha gente durmió sobre cartones en la calle para estar de primera cuando abrieran la taquilla. Pasaron solo 32 personas y luego dijeron que se acabaron los pasajes para todos”, dijo Pérez, que no se limitó al momento de denunciar la reventa de los boletos por parte de los propios trabajadores de la empresa, así como para afirmar que miembros de la PNB y funcionarios de la GNB entraron “como Pedro por su casa” a buscar tickets mientras decenas de viajeros continuaban esperando sobre las aceras del bulevar de Quebrada Honda.

“No hemos ni desayunado”, dijo molesta Marlene Campos al mediodía, que pretendía llegar hasta Cumaná. “Ellos tienen 14 unidades con una capacidad mínima de 44 puestos cada una. ¿Cómo es posible que con solo un grupito que entró nos digan que se acabaron los boletos?”, exclamó Pedro Salazar, que llegó a Rodovías ayer a las 3:00 de la madrugada con el propósito de viajar a Carúpano.

El rebullicio de gente se aglomeró frente a la puerta cuando a las 12:22 pm una mujer les rumoreaba que no venderían más pasajes para el día, sino para el siguiente. Pérez no sabía qué hacer y Salazar todavía esperaba a que salieran funcionarios de la Superintendencia de Precios Justos a ofrecerles alguna explicación. “Esos ya arreglaron allá adentro”, comentó un señor severamente molesto, luego de horas sin comer ni dormir bien.

La reedición de un drama. En La Bandera destacaba un toldo de la Superintendencia de Precios Justos, además de eso el escenario era el idéntico de cada temporada: filas de niños en el suelo durmiendo sobre las maletas, colas de pasajeros que arrancan frente al vehículo, cruzan por los pasillos, siguen por las escaleras y de allí hasta enlazarse con unos baños que no funcionan y juntarse en un intenso olor ácido que es mezcla de vapor, sudor y aceite frito.

Erick Mayora necesitaba ir hasta San Cristóbal para viajar desde allí al Nula, estado Apure. Está estudiando para seminarista y quería celebrar misas en los Llanos durante la Semana Santa.

Llevaba siete horas, desde las 6:30am hasta la 1:30 pm, confiando en Dios que compraría su boleto. Como hombre de fe permaneció estoico en la cola, luego de anotar su nombre en la tercera lista de espera (de 200 personas cada una) que se llenaba con el deseo de comprar un lugar en el autobús.

“Es la primera vez que vengo a este terminal. Hay mucha incertidumbre. Nadie organiza la cola ni te brinda información. Esto es sencillamente una falta de respeto”, dijo Mayora.

Los viajeros esperaban resignados montarse en alguna unidad que los sacara de Caracas. Griselda Ortega, fiscal de la Unión de Conductores, admitió que había pocos vehículos, pero dijo que esto se debía a que habían estado trabajando hasta el viernes en la madrugada.

Abuso en silencio
Pasajeros que esperaban en la cola de la parada de El Silencio para ir hasta Caribe, en Vargas, denunciaron sobreprecio en el costo del pasaje. Aseguraron que los conductores piratas se estacionaron en el lugar de la línea para atreverse a cobrar hasta cuatro veces el precio estipulado. De 50 bolívares pasaron a cobrar 200 bolívares por puesto.

“Yo subí a Caracas para buscar una comida que me entregó mi yerna. Estoy apurada, pero ni así puedo pagar los 200 bolívares. Eso es un abuso y la gente estaba muy molesta. Los querían linchar”, aseguró Yamilet Chirinos.