Así viven los habitantes de Villa Rosa a un año del cacerolazo a Maduro

El ensañamiento en contra de la comunidad de Villa Rosa es evidente. La comunidad que hace un año se atrevió a hacer sentir en carne propia al presidente Nicolás Maduro la inconformidad que existe sobre su gestión, hoy sufre las consecuencias de ese acto.

Esta pequeña población de Nueva Esparta fungió de barómetro para medir lo que ya entonces se sentía en la mayoría de las calles del país. La escasez de alimentos y medicinas, la pésima calidad en los servicios de agua y luz, irregularidades en la distribución del gas y un largo etcéteras de calamidades, llevaron a los habitantes de esta urbanización en la otrora “Perla del Caribe” a aprovechar la oportunidad de llevarle su descontento, de primera mano, al mandatario aquel 2 de septiembre de 2016.

Y es que este momento puede ser fácilmente catalogado como uno de los más simbólicos de las protestas en contra del Gobierno de Maduro que se llevaron a cabo el año pasado, y que encontraron su mayor punto de efervescencia entre abril y agosto de este 2017. Por primera vez, un jefe de Estado venezolano era víctima del “escrache” y el descontento de la población.

 

Sin embargo esto, más que prender las alarmas dentro del oficialismo para mejorar su gestión en la urbanización margariteña, solo logró que las irregularidades que motivaron la manifestación se agravaran, al punto de ser consideradas como “venganza” por los propios ciudadanos de la zona.

“Es algo inusual lo que viene pasando, es como premeditado e intencional a lo que se somete la gente aquí”, dice Enrique Díaz, quien habita en Villa Rosa desde hace más 10 años.

Recalca que el cacerolazo espontáneo a Maduro de aquel día “dividió” sus vidas en el “antes y después”“Antes todo era tranquilo, ahora nos hacen la vida cuadritos”, expresa haciendo énfasis en que hay un “ensañamiento” en contra de la comunidad.

“Misión imposible” tramitar documentos

Entre la larga lista de irregularidades que afirma son “víctimas” quienes residen en esta comunidad neospartana, Díaz relata una anécdota que le ocurrió estando en la jefatura civil de la parroquia, organismo apéndice de la alcaldía del municipio García, dirigida por el oficialista Cruz Lairet.

“Un vigilante le pidió permiso a una funcionaria para sacar una silla, para dársela a una señora mayor que estaba haciendo la cola y la funcionaria le respondió: A esa gente ni agua porque se están portando mal”, narra. “¿Portando mal en qué? ¿Por qué? ¿Qué hicimos en ese momento si todos estábamos esperando tranquilo en la cola, a pesar de que muchos llevábamos horas allí?”, cuestiona.

Esta relato se une a las denuncias que hacen otros habitantes del sector quienes señalan que, desde la protesta en Villa Rosa, las instituciones oficiales aumentaron los tiempos y los trámites burocráticos para tramitar cualquier documento.

“Hay un grave problema para sacar los permisos y ponen en la burocracia a los ciudadanos una misión imposible para adquirir estos papeles. Siempre mandan a ir al día siguiente porque falta un papel para esto o para aquello o porque no están los funcionarios”, indica Yajaira Álvarez, vecina de la comunidad.

Alega que para un simple permiso de viaje para su hijo, documento que antes podía tramitar en menos de una semana, ahora hay que sacar una carta de residencia que tarda varios días en ser emitida.

“Además, te mandan a sacar un montón de copias y a gestionar unos papeles en los cyber que están al frente de estos organismos. Esos cyber se han convertido en los gestores de las jefaturas civiles de Margarita”, resalta.

Pero los “cambios” no se quedan en las prefecturas. Incluso, en instituciones como Corpoelec redujeron las taquillas operativas de tres a solo una y ya no cuentan con aire acondicionado dentro de la sede más cercana a la hoy afamada urbanización margariteña.

“Las colas se salen del local por la lentitud en la que trabajan y anteriormente uno pagaba su luz en menos de una hora”, indica Ricardo Moreno, habitante de Villa Rosa.

Retrasos en los Clap

El programa bandera del gobierno para paliar la crisis, provocada por la escasez de alimento y la inflación de tres dígitos que azota al país, no es la excepción en los cambios que han sufrido los vecinos del sector neoespartano.

Los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) ya no distribuyen mensualmente las bolsas o cajas de comida dentro de Villa Rosa y llegan “cada vez más caros y con menos comida”.

“La penúltima vez que vinieron me llamaron a votar para la elección de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) o perdía el beneficio, me dijo la coordinadora del Clap en la comunidad, y como no voté no he vuelto a recibir la bolsa”, comenta Díaz.

No obstante, menciona, que desde el inicio de la precampaña para los comicios regionales volvieron a censar su casa para registrarlo nuevamente en el plan oficialista. Solo que esta vez el paquete alimenticio llegará a nombre de su esposa.

Díaz subraya que los Clap, aunque no eran especialmente puntuales antes del 2 de septiembre de 2016, sí eran regulares en la distribución de comida. Ahora, “se deposita la plata y duran dos semanas y media para entregar la caja”, misma que se distribuye cada dos o tres meses.

Sin seguridad

Tal como ocurre en el resto del país, Villa Rosa sufre los efectos de formar parte de uno de los territorios más inseguros del mundo. El Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) ubica a Venezuela como la segunda nación más violenta de la región, solo superado por El Salvador.

No obstante, los órganos de seguridad estatales brillan por su ausencia aún cuando las denuncias por robos en la zona son una constante.

“La única forma de que venga la policía o la Guardia Nacional es que te pongas una camisa de Voluntad Popular, Acción Democrática o Primero Justicia. Aquí la policía del Estado es para los políticos. Te revisan hasta los teléfonos si eres de un partido, pero a los malandros nada”, advierte Moreno.

Las palabras de Moreno toman peso si se toma en cuenta la efectividad de las fuerzas de seguridad del Estado para arrestar al periodista Braulio Jatar, luego del cacerolazo espontáneo que recibió Maduro en carne propia en Villa Rosa. El delito del comunicador fue difundir las imágenes del histórico acontecimiento.

Pero esta puntualidad en materia de seguridad quedó allí. Hoy los vecinos de la urbanización margariteña no pueden salir más de dos días seguidos de sus residencias porque los delincuentes les “mudarían las casas”, denuncia Díaz.

Problemas de agua y luz

Lo que ya es usual en la isla venezolana se sufre con más intensidad en Villa Rosa. Los cortes de luz, producto de un razonamiento eléctrico que se lleva a cabo en la región, son frecuentes en esta urbanización. Sin embargo, estos apagones que solían ser de una hora diaria pasaron a ser de hasta ocho horas por día.

“Hay varias personas de la zona que se han quejado porque se le han quemado la nevera, los televisores y los aires acondicionados por esto”, declara Álvarez. De hecho, para el momento en que estaba siendo entrevistada por la redacción de Caraota Investiga ocurrió uno de estos cortes de energía en su residencia.

Hoy, varios habitantes de Villa Rosa se cuestionan sobre el porqué de este racionamiento cuando hace pocas semanas hubo reportes de desbordamientos de agua en la central hidroeléctrica del Guri, la principal fuente de energía del país.

Precisamente el suministro de este vital recurso natural es otra de las fallas que se ha hecho recurrente en esta comunidad neoespartana. Los vecinos de la urbanización se quejan de pasar semanas sin este beneficio, el cual ha llegado a sus casas con notorias marcas de insalubridad.

“Aquí muchas veces llega el agua marrón y con malos olores. A veces hasta llega salada, porque al parecer varias tuberías están rotas y cuando las bombean con fuerza la presión hace que se les filtre el agua salada del mar”, menciona Díaz.

Una joya descuidada

Villa Rosa es solo el reflejo del descuido al que ha sido sometida la llamada “Perla del Caribe”. La isla venezolana “no es ni la sombra” de la ciudad del placer que un día llegó a ser.

El flujo de turistas a Margarita ha bajado dramáticamente en los últimos años, hasta registrarse una caída de 90% en este 2017, según la Cámara de Turismo de Nueva Esparta. Esto como consecuencia de las penurias que ahora sufre una región que parece tener muy poco que ofrecer ante el olvido al que se ha sometido y la crisis generalizada que azota a Venezuela desde hace varios años.

“Estos problemas los reclaman de forma masiva no solo los habitantes de Villa Rosa, sino casi todos los margariteños. Ese mal está generalizado en todo el estado, donde hay comunidades abandonadas que suplican protección divina a la Virgen del Valle para conmover a unos gerentes públicos indiferentes ante el sufrimiento de la gente”, asevera el diputado de Nueva Esparta a la Asamblea Nacional Luis Emilio Rondón.

El legislador confirma que los habitantes de Villa Rosa son víctimas de la saña del Estado. Esta es una comunidad que sufre de una venganza sistemática por parte de los agentes del Gobierno, que no le perdonan al pueblo su manifestación espontánea de protesta por la presencia del presidente Maduro en ese sector”, destaca.

De acuerdo con Rondón, este es uno de los núcleos urbanos más importantes de la isla y luego de que se presentó esta situación ha sufrido discriminación de todo tipo de programas gubernamentales y sus habitantes han planteado en los diversos escenarios sus quejas y reclamos por tal circunstancia”, algo a lo que parece hacer caso omiso el gobernador de la entidad, Carlos Mata Figueroa.

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“Por el contrario, ha usado todo el poder del Estado para amedrentar a una comunidad que lo que hizo fue protestar por la deficiencia de los servicios y las calamidades que sufren los sectores populares de la entidad”, añade el parlamentario.

Tan así es la situación dentro de la isla sus habitantes afirman que en la capital venezolana “solo sufren la costra de las yagas” que ellos padecen. Algo notorio en las palabras de Moreno quien dice que la conmoción que generó la noticia de los indigentes cocinando un perro en Caracas impactó “muy poco” en Margarita.

“Aquí ya casi no hay perros en la calle y es por eso mismo. Cerca de mi casa se murió un caballo y hubieses visto como la gente salió con machetes y piedras para espantar a los zamuros, para poder arrancar pedazos de ese pobre animal para comérselos. Hasta niños habían ahí ese día”, cuenta.

Venganza o no, lo cierto es que aún cuando el ministro de Comunicación, Ernesto Villegas, trató de desmentir en su momento el cacerolazo con el que fue recibido Maduro en Villa Rosa, las imágenes del momento y los hechos que hoy ocurren en esta comunidad parecen dar la razón a unos ciudadanos que solo expresaron su disentir ante la figura de autoridad, por la situación de crisis en la que aún siguen sumergidos.

Caraota Digital

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