Siria: ¿Puerta a la III Guerra Mundial?

Se hace evidente el peligro de que quienes apoyan a facciones distintas terminen enfrentándose…

Alfredo Toro Hardy

El conflicto que hoy arropa a Siria se originó en marzo de 2011, cuando las protestas asociadas a la Primavera Árabe en ese país evolucionaron hacia una guerra civil. Dicha confrontación ha cobrado 250.000 vidas y el exilio de millones de seres humanos. Europa no sólo confronta la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial sino que se ha convertido en objetivo del terrorismo de allí emanado.

El antecedente histórico a este conflicto sería la Guerra Civil Española. Al igual que en aquella la tragedia siria se ha convertido en terreno propicio para la confrontación indirecta entre múltiples países y sus diversas agendas. Sin embargo la Guerra Civil Española fue ganada por la causa nacionalista a sólo tres años de iniciada, gracias al apabullante apoyo de los poderes del Eje. Esta se aproxima hacia su quinto año sin un fin a la vista. Ni siquiera el denominador común del EIIL como enemigo, resulta suficiente para que los poderes involucrados definan un propósito concertado y cooperen entre sí.

Un marco de referencia básico a este conflicto llevaría a recordar cuatro episodios. El primero se remonta a 1916 cuando franceses e ingleses definieron los términos en que se repartirían los despojos del Imperio Turco, aliado de Alemania, una vez que terminara la Primera Guerra Mundial. Allí trazaron líneas arbitrarias sobre el mapa del mundo árabe creando países y esferas de influencia con total desconocimiento de las realidades religiosas y étnicas sobre el terreno. Al hacerlo crearon estados multireligiosos y multiétnicos condenados a la confrontación doméstica, a la vez que repartieron a grupos étnicos cohesionados entre distintos países.

El segundo derivó de la tendencia de ingleses y franceses a privilegiar a determinadas poblaciones árabes dentro de los nuevos Estados. Es así como la minoría Alawita, un pueblo de montaña que ocupaba el lugar más bajo dentro de la estratificación social de Siria, fue puesta a cargo de las fuerzas militares y policiales. Ello hizo preponderante a un grupo que representa apenas al 12% de la población del país y cuyas raíces religiosas lo adscriben al chiismo dentro de un Estado mayoritariamente sunita.

El tercero se remonta a 1982 cuando el presidente Hafez Assad, padre del actual primer mandatario, aplastó un alzamiento de la Hermandad Musulmana en la ciudad de Hama con saldo de treinta mil muertos. Cuando en 2011 comenzaron las protestas contra el régimen, el islamismo sunita tenía en su haber esta cuenta pendiente. No en balde Tim Marshall ha llamado a la actual guerra civil como «Hama, capítulo dos» (Prisoners of geography, London, 2015).

El cuarto se gestó cuando el remanente del ejército de Saddam Hussein, desbandado por las autoridades estadounidenses luego de la invasión en 2003, se fusiona con una reencarnación de Al Qaeda de Irak, para crear el híbrido que hoy conocemos como EIIL. En función de su brutalidad y de su califato con aspiraciones de proyección global, éste se ha convertido en punto focal de la guerra civil en Siria.

Con tales antecedentes la mesa estaba servida para que Siria se convirtiera en un todos contra todos. Irán y Arabia Saudita, enfrentados en su propia guerra fría por la supremacía de la región, escogieron a sus respectivos intermediarios en función de líneas religiosas. El primero apoyó a los alawitas en el poder en función de su proximidad religiosa. El segundo respaldó a la insurgencia sunita, incluyendo a algunas de sus vertientes islamistas. Qatar, enzarzado en su propia rivalidad con Arabia Saudita dentro del golfo, escogió a una versión siria del islamismo sunita distinta a la de los sauditas. Turquía apoya a su parentela siria que combate al régimen, la etnia turcomana, pero, a la vez, está enfrentado a los kurdos cuya parentela en Turquía aspira a la secesión. Ello mientras Estados Unidos privilegia y respalda a los kurdos, que constituyen sus mejores aliados en tierra para combatir al EIIL. No obstante, Washington se encuentra dividido entre sus aspiraciones de acabar con el EIIL y las de sacar a Assad del poder, apoyando a grupos que persiguen objetivos aparentemente contrapuestos. Rusia, de su lado, ataca a los combatientes antiAssad respaldados por Estados Unidos pero, al mismo tiempo, a los de la milicia turcomana apoyada por Turquía. En definitiva, el surrealismo total.

Entre tanto se hace evidente el peligro de que quienes apoyan a facciones distintas terminen enfrentándose directamente. Turquía, enfurecida por los bombardeos rusos a las milicias turcomanas, no dudó en derribar a un avión de ese país bajo la excusa de que violó por segundos su espacio aéreo. Un nuevo incidente entre ambos podría llevar a la aplicación del artículo 5 de la Carta de la OTAN. Ello obligaría a sus miembros a coaligarse contra Moscú. En otras palabras, la Tercera Guerra Mundial por intermedio de la puerta de entrada siria.

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