La pareja cómplice del «payaso asesino de Wellington» finalmente rompió el silencio

Michael Warren habló por primera vez luego de que su esposa fuera detenida por el crimen cometido en 1990 y que conmovió a gran parte de Estados Unidos

Sheila Keen Warren fue detenida en el sudoeste de Virginia el pasado 26 de septiembre. La policía que la rodeó mientras conducía su vehículo le informó por qué, aunque ella ya lo sabía: estaba acusada de ser la asesina de Marlene Warren. Lo hizo —según los investigadores del caso— el 26 de mayo de 1990 y disfrazada con un traje de clown. Desde entonces nunca se la pudo atrapar y fue conocida como «el payaso asesino de Wellington«.

Actualmente con 54 años de edad, Keen Warren habría sido la autora del crimen luego de que comenzara una relación sentimental con el marido de la víctima, Michael Warren. La mañana de un sábado que parecía tranquilo de aquel lejano mayo se colocó una peluca naranja, se pintó el rostro de blanco, una nariz roja, tomó dos globos y un ramo de flores. Cuando la víctima abrió la puerta de su vivienda, el payaso asesino le sonrió, ella mostró sorpresa por el regalo y recibió un disparo fatal en la cara. Doce años después, y tras eludir las sospechas de los policías y el caso permaneciera cerrado, Michael y Sheila se casaron. Fue en Las Vegas, en 2002.

Hoy, a casi un mes de que se conociera la verdadera identidad del payaso asesino de Wellington, Palm BeachFlorida, el marido de la acusada y viudo de la víctima usó los medios para dar su versión de los hechos. «Fue falsamente acusada«, indicó Michael Warren en una entrevista para la cadena ABC, que será transmitida hoy viernes por la noche en el programa 20/20. «Esto es muy serio y muy injusto«, añadió en el anticipo que emitió ese canal.

Sun Sentinel y ABC hablaron con la madre de la víctima, Shirley Twing, quien tiene 87 años, 27 de los cuales los pasó sufriendo la pérdida de Marlene y pidiendo justicia. «¿Se casó con la asesina? Hijo de puta«. Contaron que cuando supieron del asesinato entraron en shock. No entendían quién podía haber dañado a un ser tan bueno como su hija.

Luego de casarse en Las Vegas, ambos decidieron cambiar de vida por completo. Se mudaron a Abington, Virginia, encontraron el lugar perfecto para comenzar de nuevo. Montaron un restaurante de comidas rápidas y disfrutaban de la fortuna que Michael había cosechado tiempo atrás, junto con Marlene, cuando tenían un negocio de automóviles, en el que Sheila comenzó a trabajar meses antes de la muerte de la víctima. En poco tiempo, se convirtió en amante de su jefe, aunque siempre negaron ante las autoridades el vínculo que los unía. Jamás pudieron comprobarlo hasta que se casaron, pero no había otras evidencias que condujeran a la verdad.

Alrededor de las 11 a. m. de aquel sábado de mayo, sonó la puerta de la mansión que la familia tenía en Aero Club, un lujoso barrio en Wellington, Palm Beach. Estaba con su hijo de 22 años, Joseph Ahrens, de otro matrimonio, y algunos de sus amigos. Un payaso estaba en el frente. Con unas flores y globos. Ella sonrió, dijo «oh, ¡qué bonitas!«, en referencia al regalo que estaba recibiendo, y allí fue ejecutada. El clown dio media vuelta y caminó tranquilamente hacia su Chrysler LeBaron blanco. Dos días después, Marlenemoriría.

Los investigadores siguieron todas las pistas. Empleados de una tienda de venta de disfraces de West Palm Beach indicaron a los oficiales a cargo de las pericias que dos días antes del asesinato una mujer había comprado un traje de payaso, una nariz roja, una peluca naranja, guantes y maquillaje para delinear su rostro. Además, empleados de la tienda Publix de esa ciudad indicaron que una mujer similar a Keen había comprado globos y flores esa mañana, apenas una hora y media antes del crimen.

Los investigadores registraron su casa y encontraron fibras de una peluca naranja que podría ser la que se había utilizado para matar a Marlene. Pero las pruebas no eran contundentes y no hallaron ninguna causa probable para el asesinato, ya que solo tenían las sospechas de que era amante del marido de la víctima.

Pero en 2014, las autoridades del condado de Palm Beach decidieron reabrir el caso y volver a investigar las pocas pruebas que tenían. Ahora poseían nuevas tecnologías que quizá los ayudara a dar con la identidad del «payaso asesino de Wellington«, uno de los casos más emblemáticos y célebres para la comunidad. Así fue como una simple prueba de ADN condujo a Sheila Keen Warren. Y ya no se les escaparía, pese a que su marido gritara por todos lados que es «inocente». Quizá tema que la investigación finalmente termine en él.

Infobae