La candidatura de Hillary Clinton acapara la campaña demócrata

En las primarias hay otros cuatro candidatos que apenas aspiran a influir en el mensaje

Es la mujer más famosa de Estados Unidos. Con un 60% de apoyo de media en su partido, ganaría frente a cualquier candidato conservador según las encuestas. Ha sido senadora, secretaria de Estado y primera dama, aunque ella se presenta como madre y abuela. Falta medio año para las primarias, pero hoy por hoy Hillary Clinton solo podría perder la nominación demócrata por errores propios. Sin embargo, la candidata inevitable no es la única. Cuatro candidatos más se presentan en el lado demócrata, oscurecidos por la potencia de Clinton.

 

La principal ventaja de Clinton es que sus rivales son desconocidos para el público. Pero eso puede cambiar. El vicepresidente de EE UU, Joe Biden, lleva semanas dejando correr los rumores de que quiere intentarlo por tercera vez (se presentó en 1988 y en 2008), hasta el punto de las encuestas preguntan por su candidatura oficiosa y le dan un 12% de apoyos. Biden, de 72 años, no ha negado que esté explorando posibles apoyos económicos. En las últimas semanas ha elevado su perfil de sombra del presidente. Ha liderado la campaña para convencer al Congreso de la necesidad de respaldar el acuerdo nuclear con Irán y es el rostro por todo el país del discurso a favor de una subida del salario mínimo.

 

Mientras, Clinton navega los matices de sus contrincantes. La noche del 17 de julio, en Cedar Rapids, hablaron los cinco seguidos delante del Partido Demócrata de Iowa. Hillary Clinton tomó el escenario en medio de una ovación. Los asistentes dejaron su cena y aplaudieron en pie. Clinton, una mujer a la que cierta imagen de frialdad ha perseguido toda su carrera, busca la cercanía y se atreve con los chistes. En su discurso, prometió una subida del salario mínimo sin concretar, permisos de maternidad y guarderías. Insistió mucho en su perfil de mujer luchadora y abuela, con una madre que salió de la miseria.

 

A la espera de Biden, Clinton tiene a su mayor amenaza en el senador Bernie Sanders, un hombre que no tiene ningún problema en definirse como “socialista”. Según las encuestas de estos primeros meses (todo puede pasar), Sanders no tiene posibilidades. Pero la batalla es ideológica, es una batalla por acordonar lo más posible a la candidata inevitable y recordarle qué piensan sus votantes. El discurso de Sanders es implacable con los bancos, los lobbies, las donaciones millonarias a los candidatos. Implacable con el mundo de Clinton, al fin y al cabo. Y se puede permitir un discurso llano, directo e izquierdista que las bases demócratas adoran.

 

Aquella noche, su aparición fue apoteósica. Sanders consideró una “vergüenza” que EE UU no garantice el derecho a la salud. Prometió desde más inversión en infraestructuras hasta 12 semanas de permiso de maternidad pagado. Criticó el “desastroso” tratado comercial del Pacífico (TPP aún en negociación). Clinton no puede competir con eso.

 

Martin O’Malley, exgobernador de Maryland, también levantó a la gente de sus asientos al criticar el TPP. O’Malley clamó contra los ejecutivos de Wall Street, reclamó un salario mínimo de 15 dólares la hora y el fin de las deudas universitarias. Presenta un discurso parecido al de Sanders, pero es un hombre joven que, además, tiene 15 años de currículum ejecutivo.

 

La gente empezó a levantarse a por copas cuando subió al escenario el exsenador Jim Webb. Con una carrera ligada al Ejército, se presenta como conocedor de la política internacional. Fue el único en pronunciarse en contra del acuerdo con Irán. También fue el único en recordar que debe gobernar “alguien que pueda trabajar con los republicanos”.

 

El quinto candidato es Lincoln Chafee, el político que el orden alfabético quiso que abriera la jornada. En 2002, fue el único republicano del Senado que votó contra la guerra de Irak y hoy se presenta como demócrata. Clinton votó a favor de la guerra. Chafee está ahí para recordárselo.

 

Los demócratas de Iowa, en su cena anual, vinieron a confirmar el panorama. Clinton es a quien quieren votar para ganar. Sanders es a quien quieren escuchar. O’Malley es la garantía de que tienen banquillo. Webb y Chafee les recuerdan, aunque no quieran oírlo, que a pesar de la polarización aún existe un centro político y que un liderazgo demasiado a la izquierda no representa a todo el partido, y mucho menos a una mayoría de EE UU.

 

PABLO XIMÉNEZ DE SANDOVAL/El País

 


 

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Hillary Clinton

Hillary Clinton lleva una vida entera ligada a la política y a la carrera de su marido, el expresidente Bill Clinton (1993-2000). Tras dejar la Casa Blanca fue senadora por Nueva York. Optó a la nominación demócrata como favorita en 2008, para convertirse en la primera presidenta de EE UU, pero fue superada por un sorprendente Barack Obama en unas primarias fraticidas. Después, fue secretaria de Estado de su primer Gobierno. Es probablemente la mujer más famosa de Estados Unidos, más conocida que cualquier otro candidato posible, de su partido o de los republicanos. Es la candidata inevitable, pero ha tenido que desplazar su discurso a la izquierda para neutralizar opciones más excitantes. Su discurso se basa en la continuidad y profundización de las políticas de Obama.

Las encuestas le dan de media un 58% de apoyo.

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Bernie Sanders

Bernie Sanders, elegido senador por Vermont desde 2006, estuvo 16 años en la Cámara de Representantes y antes fue alcalde de una ciudad pequeña. Nacido en Brooklyn, Sanders se define como «socialista» en un país donde esa palabra es tóxica políticamente. Lleva la bandera de las políticas más atrevidas de los demócratas, desde la lucha contra las emisiones contaminantes hasta una subida del 70% salario mínimo. Su mayor obsesión es acabar con la marea de dinero privado que invade las campañas electorales desde que lo permitió una sentencia del Tribunal Supremo. Es el azote de los bancos y las grandes empresas. Su discurso de guardián de las esencias de la izquierda emociona a las bases demócratas.

Las encuestas lo sitúan segundo, con un 18% de apoyos.

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Martin O’Malley

Martin O’Malley . En 1999 se convirtió en alcalde de Baltimore venciendo a dos candidatos afroamericanos. Aquella elección inspiró la historia del alcalde blanco de Baltimore de la tercera temporada de la serie The Wire.  En 2007 fue elegido gobernador de Maryland. Se presenta como «el único candidato con 15 años de experiencia ejecutiva». Como gobernador, presume de inversiones en la educación universitaria, su política contra el cambio climático y leyes para ayudar a los inmigrantes. Su discurso se basa en que ha puesto en práctica lo que otros prometen.

Las encuestas le dan un 1% de apoyo.

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Jim Webb

Jim Webb fue senador por Virginia, soldado en los marines, Secretario de la Marina, periodista ganador de un Emmy y cineasta, según su biografía oficial. Toda su carrera ha estado ligada de una forma u otra al Ejército. Sirvió en Vietnam y fue condecorado con dos medallas del Corazón Púrpura. Habla vietnamita. Después de su servicio, hizo carrera como escritor y periodista del Ejército. Empezó su carrera política ocupándose de la protección a los veteranos de guerra. Ha escrito 10 libros, la mayoría de temática militar, y ha producido una película, Reglas de enfrentamiento. Se opone con rotundidad al acuerdo nuclear con Irán.

Las encuestas le dan de media un 2% de apoyo.

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Lincoln Chafee

Antes de presentarse como demócrata, Lincoln Chafee fue independiente, y antes fue senador republicano por Rhode Island de 1999 a 2007. Era considerado el más a la izquierda de los senadores republicanos. Tanto, que fue el único en votar contra la guerra de Irak, según su biografía oficial. Se presentó como independiente a gobernador de Rhode Island y ejerció de 2011 a 2015. Apoyó a Barack Obama en sus dos campañas electorales. Es un gran defensor de las iniciativas diplomáticas del presidente con Irán y Cuba y quiere acabar con los conflcitos aún abiertos.

Las encuestas le dan menos del 1% de apoyo.