En el inicio de la Cuaresma, los católicos chinos perplejos por las señales del Vaticano

misa católica en chino

Li Bing, que asiste a la misa del miércoles de Ceniza en la catedral de Pekín, está perpleja e inquieta por el esbozo de acercamiento entre el Vaticano y China, un país en que los fieles de la Iglesia clandestina recelan de las autoridades comunistas.

En la Catedral del Sur, Li Bing esperó 20 minutos antes de recibir la bendición de un sacerdote con alba violeta, durante la ceremonia que dio inicio a la Cuaresma, periodo de penitencia que precede la Pascua.

Pero esta habitante de Pekín, que pidió no ser identificada por su verdadero nombre, confiesa con emoción tener sobre todo presente la aparente mejora de las relaciones entre el Vaticano y el régimen comunista.

Los 12 millones de católicos chinos (según las estimaciones independientes) están divididos entre una Iglesia oficial, cuyo clero está sometido a las autoridades, y una Iglesia «subterránea» (clandestina) legitimada por su obediencia a la Santa Sede y objeto de recurrentes persecuciones y arrestos.

El Vaticano se acercó no obstante en las últimas semanas a un acuerdo con Pekín sobre la delicada consagración de los obispos, con la decisión de reconocer pronto a siete prelados nombrados por el régimen, un gesto de apertura de una amplitud inédita.

Li reconoce haber rezado por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre el Vaticano y China, interrumpidas desde 1951, pero ahora tiene dudas.

«Toda mi vida tuve la esperanza, pero temo algún día haber hecho la mala elección» entre dos cleros antagonistas, explica en llanto.

«La información está muy controlada en China, no sabemos qué creer», añade.

Otros fieles parecen más serenos. «La diplomacia no tiene nada que ver con lo que pasa en nuestra iglesia», dice Zheng. «Todo el mundo viene a aquí a rezar a Dios».

– Decisión ‘sabia y absurda’ –

La Santa Sede pidió recientemente a dos obispos chinos reconocidos por el Papa que cedieran su lugar a prelados escogidos directamente por Pekín, entre ellos uno excomulgado por el Vaticano en 2011, lo que deja augurar un reconocimiento por la Iglesia de obispos de la «Asociación católica patriótica», fiel al régimen comunista.

«Esta decisión es simultáneamente sabia y absurda», observa Anthony Clark, experto del catolicismo chino de la Universidad de Whitworth (Estados Unidos), subrayando el riesgo de exasperar el enfado de los fieles de la Iglesia clandestina, que se sentirían traicionados.

La comunidad católica de Hong Kong, un territorio chino autónomo, no esconde su amargura.

«¿Si pienso que el Vaticano está vendiendo la Iglesia católica en China? Sí, absolutamente», dijo el cardenal Joseph Zen, obispo emértio de Hong Kong, adversario feroz a todo acercamiento diplomático.

El reconocimiento de obispos designados por Pekín sólo traerá «confusión y sufrimiento», estiman en una carta abierta firmada principalmente por católicos de Hong Kong, que agitan la amenaza de un «cisma».

«No necesitamos negociar con China, no se trata de partes de mercado, Debemos considerar nuestros valores y nuestra autoridad moral», confía a la AFP Ka-Lok Chan, uno de los autores de la carta.

– ‘Nada puede bloquear la fe’ –

Francesco Sisci, investigador de la Universidad del Pueblo en Pekín y especialista de los temas vaticanos, se muestra más medido: por principio, «la Iglesia no se ocupa de política» y Jesús no desafió al Imperio romano, asegura, declarándose alarmado por la exacerbación de las «facciones» que desgarran a la familia católica.

Durante la misa del miércoles de Ceniza, el sermón, delicadamente apolítico, recomienda a los fieles utilizar menos su celular durante las vacaciones familiares del Año Nuevo lunar, que comienzan el viernes.

En la nave, un joven cura confía que ya sueña con una visita papal a China. Evoca también su desaliento por el desdén de parte de algunos católicos locales por su pertenencia al clero oficial.

«Es el país donde nací y Dios quiso que sea como es», dice.

Li, cuya familia es católica desde hace generaciones, explica que tuvo que rezar en secreto cuando era pequeña.

«Nada puede bloquear la fe, sólo depende del corazón», insistió. «Pero evidentemente, lo que más deseo es la libertad religiosa».