Hallado en México el altar más importante del imperio Azteca

El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma muestra un altar similar al descubierto. / H. R. (REUTERS)

Arqueólogos descubren en el centro del D. F. una ofrenda azteca compuesta por 35 cráneos amalgamados con cal y arena

El subsuelo en el centro de la Ciudad de México es un tesoro a la espera de ser descubierto. En 1978 una cuadrilla de trabajadores de la empresa Luz y Fuerza del Centro se topó con una gran piedra mientras excavaban en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina. Los electricistas encontraron una representación de la diosa Coyolxauhqui, desmembrada por su hermano Huitzilopochtli. Este jueves, otro tesoro ha sido descubierto. El gran Tzompantli, el altar más importante del Imperio azteca, donde se empalizaban los cráneos de los sacrificados para los dioses, aguardaba a dos metros de profundidad en el número 24 de la fecunda calle Guatemala.

 

El altar tiene al menos 13 metros de largo y seis de ancho. En su núcleo tiene una estructura circular formada por restos humanos unidos con una argamasa de cal, arena y grava de tezontle, una piedra volcánica de color rojo porosa y muy ligera. “Es un muro de tezontle con un recubrimiento de estuco y piso de lajas, orientado de norte a sur”, explicó este jueves Raúl Barrera, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en una conferencia de prensa. Los arqueólogos trabajaron en el predio por más de cuatro meses, desde inicios de febrero hasta junio pasado.

El Tzompantli deja a la vista al menos 35 cráneos humanos, algunos de ellos con orificios en los huesos parietales, que podrían haber sido hechos después de haber empalado la cabeza de algún sacrificado. Los expertos aseguran que la mayoría corresponde a hombres adultos jóvenes, pero también los hay de mujeres y niños. Barrera no descarta que hallen más. “Debe haber decenas de ellos asociados a este espacio”. Muchos de los restos, consideraron los expertos, pudieron haber sido removidos o alterados durante la conquista española, que precipitó la destrucción de Tenochtitlan y su recinto sagrado en 1521 (hoy conocido como Templo Mayor, a un costado de la Catedral metropolitana).

 

También se encontraron otros tesoros, manipulados en la Colonia, conformados por 21 cascabeles de cobre y cuentas de piedra verde.

Detalle del gran Tzompantli. / HECTOR MONTANO (AP)

Detalle del gran Tzompantli. / HECTOR MONTANO (AP)

 

Los arqueólogos consideran, por las características y materiales encontrados, que el altar corresponde a la sexta etapa constructiva del recinto sagrado, llevada a cabo entre 1486 y 1502. Parte de la estructura del Tzompantli fue destruida con el levantamiento de un edifico en la época colonial. En el piso, sin embargo, se observan las marcas donde se encontraban las vigas de madera donde se insertaban los cráneos.

 

Lo hallado coincide con las descripciones que se han hecho del México prehispánico. El códice de fray Diego Durán, en 1579, ya hablaba de altares en plataformas bajas y alargadas, como esta, desde donde salían postes de madera con cráneos insertados. Fray Bernardino de Sahagún hablaba de siete altares como este.

 

Las conquistas espirituales y militares y los siglos de la Colonia difuminaron las nociones de dónde se encontraba el Templo Mayor. Este descubrimiento aporta a los arqueólogos nueva información que ayuda a descifrar cómo era la capital del Imperio azteca, la gran ciudad de Moctezuma II y Cuauhtémoc, antes de la llegada de los españoles. “Ya se tiene la ubicación precisa del Templo de Ehécatl, el Juego de Pelota y del Tzompantli citado en fuentes históricas de Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo y Andrés de Tapia”, explica Barrera.

 

La calle Guatemala

A principios de siglo XX, Leopoldo Batres, había hallado en las inmediaciones de la calle Santa Teresa (hoy Guatemala) esculturas con formas de serpiente y restos humanos. En 1913, Manuel Gamio, exploró el predio contiguo. Halló restos que seguramente forman parte del gran Tzompantli descubierto ahora. Sus excavaciones, en la esquina de lo que era Seminario y Santa Teresa, dejaron al descubierto una de las esquinas del Templo Mayor. Se debe a él la localización del recinto sagrado azteca que había sido buscado por varios siglos.

 

Los trabajos arqueológicos continuarán explorando el gran altar. Pero Francisco Sánchez, coordinador nacional de Arqueología del INAH, no descarta que la zona pueda ser visitada por el público en el futuro.

 

LUIS PABLO BEAUREGARD/El País