ABC de España dedicó un artículo a María Gabriela Chávez y las pugnas en el chavismo

María-Gabriela-Chávez

En los regímenes autoritarios las depuraciones de correligionarios se producen cuando el que está arriba se encuentra suficientemente consolidado: cuando el que manda se considera ya lo bastante fuerte para comenzar a decapitar a sus posibles rivales internos sin temor a que estos se unan y contraataquen.

El año que termina ha sido el año de la consolidación del madurismo: vista la viabilidad de Maduro como presidente autoritario (ha logrado romper el orden democrático y constitucional sin que haya sido derrocado, a pesar de las multitudinarias manifestaciones registradas en abril y mayo), sus padrinos cubanos -a quienes la oposición atribuye el control del país- parecen haber apostado ya por él para que se perpetúe en el puesto.

El chavismo se ha transformado en madurismo, como la URSS, tras la muerte prematura de Lenin, dejó el leninismo para entrar en un largo estalinismo. La música llanera, tan presente antes en la vida oficial venezolana (la música del arpa, el cuatro y las maracas, tan querida por Chávez por ser propia de su estado natal de Barinas) ha sido sustituida por la salsa, que Maduro y la Primera Combatiente bailan en televisión. Sería extraño que eso no estuviera estudiado. Los compases autóctonos han dado paso a sones que, aunque compartidos en el Caribe, tienen un origen cubano. ¿Cabe mayor simbolismo del traspaso de poder y de obediencias?

Maduro ha superado la prueba

Una vez pasó 2016 sin que pudiera celebrarse un referéndum revocatorio, los cubanos podían haber cambiado a Maduro por otro dirigente con mayor atractivo popular, sin coste político. Pero el presidente ha resultado eficiente en cumplir la misión asignada para 2017: afrontar el salto en el vacío de pasar de un régimen formalmente democrático a otro que rompe abiertamente con el orden constitucional (Asamblea Nacional paralela) y que celebra elecciones ya oficialmente fraudulentas (como declaró Smartmatic, la propia empresa que gestiona la votación electrónica, en relación a la votación de gobernadores). Si la oposición ha aceptado todo eso, ¿por qué no va a aceptar también la reelección de Maduro en 2018, con las mismas trampas?

Así que, una vez consolidado, Maduro ha comenzado las depuraciones en serio, sin aparente temor a que los castigados canten (saben muchas cosas, pero al fin y al cabo son igualmente responsables de lo que puedan denunciar).

El primer gran depurado ha sido Rafael Ramírez, el zar del petróleo durante la era de Chávez y quizás la mayor fortuna ilícita amasada a su sombra. Maduro ya lo apartó al comienzo de modo educado (en 2014 fue designado brevemente canciller y luego enviado como embajador ante la ONU); ahora lo ha arrojado a las tinieblas(tras dejar la ONU este mes de diciembre, hoy se encuentra en Italia, temeroso de volver a Venezuela o dar un paso exterior en falso que suponga su detención).

¿Candidatura de María Gabriela Chávez?

El interés político de Maduro de acabar con él está claro. Ramírez, en su día tildado el hijo de Chávez, puede representar ante los ojos de muchos la idílica era anterior, cuando PDVSA generaba enormes divisas, la economía iba bien, no había carencia de medicinas ni de alimentos esenciales, y las masas populares sintonizaban sinceramente con el carismático líder.

El madurismo necesita terminar con la añoranza del chavismo, y nada mejor que cercenar a gran parte del llamado 4-F (el grupo de antiguos dirigentes que arroparon a Chávez al comienzo de su vida política y que han cultivado una imagen de guardianes de la esencia de la revolución). Ese sector sigue buscando una cara pública con la que intentar confrontar a Maduro en las elecciones previstas para finales de 2018. Una de las opciones consideradas es promover como candidata a María Gabriela Chávez, hija del comandante, que ha sido adjunta de Ramírez en la ONU durante los últimos años.

El clan de la droga y el del petróleo

Pero más que un sistema político, lo que hay en Venezuela es un sistema criminal, por lo que las depuraciones responden a una dinámica particular, propia de las mafias. Quien se hace dueño del país, quiere ser dueño de todo el negocio. Cuando Maduro llegó a la presidencia, se encontró con la división que había establecido Chávez, el cual supervisaba, como rey y como árbitro, dos redes: la del petróleo, cuyos beneficios ilícitos eran sobre todo para Ramírez y el clan que este había instalado en la amplia estructura de PDVSA, y la de la droga, que progresivamente había ido quedando en manos de Diosdado Cabello.

A la muerte de Chávez hubo un pacto, como explicaron los narcosobrinos en las grabaciones usadas por la Justicia de Estados Unidos para su condena. Como en ese tiempo inicial Maduro necesitaba la paz con Diosdado Cabello, quien sentía que se le había robado la presidencia y podía maniobrar en su contra, aceptó que este siguiera con el negocio de la droga, mientras él y su familia optaba por quedarse con el negocio del petróleo.

«Desafortunadamente, que descanse en paz, Chávez muere, y luego [la droga] quedó bajo su control [de Cabello], y luego el petróleo quedó bajo nuestro control», afirmó en las grabaciones Efraín Campo Flores, ahijado de Maduro. Fue un «“bueno, si te doy esto, me das eso”. Y dijimos: “Bueno, las ganancias son básicamente las mismas, quizás un poco más aquí que allá, o hay más allí que aquí, pero. . . no vamos a entrar en tu parte».

Primero, quedarse con los ilícitos del petróleo

En realidad, los Maduro-Flores no pudieron beneficiarse completamente de la corrupción en la gestión de PDVSA. El nuevo presidente venezolano sacó a Ramírez de presidente de la compañía y de ministro del Petróleo y colocó al sobrino predilecto de su esposa, Erick Malpica Flores, en la dirección financiera de la estatal. Pero el abrupto descenso del precio del petróleo y el dominio que Ramírez seguía ejerciendo sobre cuadros históricos de PDVSA, dificultó el rédito que la familia presidencial pensaba obtener.

Lo primero que ha hecho Maduro en este final de 2017, al sentirse totalmente consolidado en el poder, ha sido acabar con Ramírez y echar de PDVSA a un centenar de ejecutivos. Esta operación le ha permitido a Maduro enarbolar la bandera política de la anticorrupción (algo habitual en las purgas de muchos regímenes), mientras que quienes ahora se beneficiarán de la corrupción en la petrolera serán personas puestas por el mandatario (Fuerzas Armadas y otros allegados). Este, además, se ha deshecho de ejecutivos que seguían teniendo cierta cultura corporativa y oponían resistencia a la posiblidad de que PDVSA entre en default.

Próxima purga: acaparar el negocio de la droga

En cuanto a la droga, los Maduro-Flores se han ido metiendo en el coto inicialmente dejado a Cabello. Ahí está el caso de los narcosobrinos y sobre todo el fortalecimiento del vicepresidenteTareck el Aissami, mano derecha de Maduro y figura central en el narcotráfico y en otros negocios ilícitos con Hezbolá.

Cabello ha ido perdiendo poder (apenas logró colocar gente suya en la Asamblea Nacional Constituyente, a cuya presidencia por tanto no pudo aspirar, y ha quedado fuera del reparto de gobernadores y alcaldes). Lo lógico sería esperar que el próximo gran depurado sea él mismo, cuando Maduro toque ya con sus manos la releección o cuando esta se haya producido, reseñó ABC