Laureano Márquez: El venezolano vive con dos países enfrentados en su corazón

laureano Márquez

Pausado en su caminar, con una sonrisa de gente amable, inmediatamente accesible, pero con un lenguaje corporal que se acerca a la timidez. Así entró Laureano Márquez para presentarse ante quienes esperábamos su llegada.

El humorista venezolano pasó por Miami con uno de sus shows, pero más allá del espectáculo, Laureano, se encuentra en una especie de cruzada nacional e internacional. Aquí, en este espacio, sacó su arco y dejó clavada una flecha con un mensaje. El que tenga ojos, que lea.

– A través de tu humor se puede concluir que has desarrollado una capacidad para conocer a los venezolanos. ¿Cómo está el venezolano actualmente, cómo está su autoestima?

– Creo que el venezolano está angustiado y deprimido. Angustiado por su futuro, porque la intuición le dice que las expectativas son que las cosas van a empeorar. Angustiado por lo que le cuesta sobrevivir al presente para obtener alimentos, seguridad, salud, la normalidad de la vida.

Cuando uno entra aquí a un supermercado y te dan ganas de llorar, algo anda mal. Cuando un rollo de papel “tualé” te conmueve es que hay algo que anda mal y nosotros como sociedad estamos desajustados.

– ¿El humor es un arma poderosa, pero más allá de la reflexión no crees que nos hace evadir los problemas?

– Yo creo que el humor es las dos cosas: evasivo y reflexivo, dependiendo de cómo se use. El humor puede servir como válvula de escape a través del chiste de desahogo, en el que su única misión es el chiste en sí mismo. En la Unión Soviética cuentan que la KGB tenía un departamento que se encargaba de hacer chistes contra el Gobierno para permitirles a los soviéticos evadirse de su situación. Pero yo creo que el humor es algo que va más allá del chiste, en algunos casos ni siquiera hace uso del chiste; en algunos casos el humor lo que lleva es una profunda carga de angustia y de tristeza. Si tú ves el humor gráfico de nuestros humoristas en estos momentos, lejos de incitarte a la evasión te incita a la indignación.

Es decir, cuando el humor logra convertirse en agente de cambio en la sociedad es porque canaliza la indignación de una sociedad no para evadirla sino para no olvidarla. Así creo yo que debe ser el papel del humorismo cuando se compromete en forma con el destino de un país, de una sociedad.

– ¿Y el humor del venezolano es reflexivo o tiende al chiste evasivo?

– Yo creo que en Venezuela hay cabida para distintos tipos de humor, hay de los dos, pero actualmente veo mucho más el reflexivo. Los grandes humoristas venezolanos están utilizando el humor para plasmar su angustia por el momento que vive Venezuela. Veo lo que hace Emilio (Lovera), lo que hacen los caricaturistas, los humoristas gráficos y son cosas que resuman descontento, crítica o autocrítica y cuando se hace autocrítica no se hace para evadirse de uno mismo, sino que se hace para tomar conciencia de que tenemos una falla y debemos corregirla.

– En tus artículos vemos cada vez más un tono de tristeza e incluso de seriedad. ¿Es cada vez más difícil hacer humor con lo que pasa en Venezuela?

– Sí, sí lo creo, es cada vez más difícil. Las cosas que pasan a veces son tan graves que cuando me siento a escribir lo que me sale es serio, y muchas veces yo me hago el propósito: ‘oye esta semana tengo que escribir algo con humor’, pero entonces me invade una sensación de culpa. Por ejemplo, con el caso de Tumeremo, ¿cómo puedo en una semana en la que han desaparecido 28 mineros hacer algo gracioso? Sin embargo, esa es la misión del humorista. Ese es un rollo que yo tengo porque soy un enrollado, pero en general la misión del humorista es acompañar a la gente con risa. Yo casi siempre trato de no olvidar que soy humorista, pero realmente escribo lo que me nace escribir y como le escuché decir a un político gallego: “si sale con Barbas San Antón; si no, la Purísima Concepción”. Es decir, si me sale gracioso, pues me sale gracioso y si me sale serio, pues así se queda, no tengo nada que hacer.

– Hace un año dijiste una frase demoledora: “Venezuela se acerca a un suicidio colectivo”. ¿Seguimos en ese camino?

– Dimos un paso atrás y estamos empezando a caminar en otro sentido. El 6 de diciembre [día de las elecciones parlamentarias] fue un frenazo de la colectividad que veía el abismo venir. El país frenó, lo que pasa es que el Gobierno sigue acelerando hacia ese abismo. Es como un autobús, el chofer sigue acelerando hacia el abismo, ya los pasajeros le dijimos: ‘ey, no sigas por ahí’, pero, claro, el chofer lleva el volante del autobús -y creo que el ejemplo además cae como anillo al dedo (risas)-. ¿Qué hacemos entonces? Tenemos que ver cómo cambiamos al chofer, porque no entiende que va acelerando rumbo al abismo. La cosa es grave porque ya la carretera se terminó y estamos dando saltos en eso que llaman ‘pavimento irregular’; capaz y nos estrellamos antes de llegar al abismo. Definitivamente, hay que cambiar al conductor y en eso es lo que está la sociedad venezolana.

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