¿Qué podrían revelar los archivos secretos del Vaticano durante la Segunda Guerra Mundial?

archivos secretos del vaticano

El debate se remonta a hace más de 50 años: ¿Fue Pío XII, quien sirvió como Papa de la Iglesia católica desde marzo de 1939 hasta su muerte en 1958, un héroe que merece ser beatificado, o fue, como dicen algunos judíos, culpable de un silencio negligente durante la Segunda Guerra Mundial?

Las dudas respecto a este viejo interrogante podrían desvanecerse en poco tiempo, ya que el papa Francisco anunció este lunes la apertura de archivos secretos relativos al pontificado de Pío XII que durante años fueron ocultados al público. «He decidido que la apertura de los Archivos del Vaticano del pontificado de Pío XII se llevará a cabo el 2 de marzo de 2020, exactamente un año después del 80° aniversario de la elección al Trono de Pedro de Eugenio Pacelli», explicó Francisco al recibir a una representación de trabajadores del Archivo Secreto vaticano.

Los dieciséis millones de documentos, más de quince mil sobres y dos mil quinientos archivos secretos del Vaticano podrían poner fin al debate sobre el pontífice más controvertido del siglo XX.

En los años sesenta, algunos escritores -el más famoso de ellos Rolf Hochhuth en su obra «El representante» de 1963- representaron a Pío XII como un cínico despiadado más interesado en los tesoros del Vaticano que en el destino de los judíos en Europa. Esta línea argumental fue reforzada por el escritor y periodista británico John Cornwell en su biografía El Papa de Hitler: La verdadera historia de Pío XII, que obtuvo récord de ventas tras su publicación en 1999.

«Durante la guerra, su capacidad de acción, de pronunciarse y de condenar a Hitler se vio severamente limitada», dijo a Infobae Cornwell, que se ha retractado de muchas de sus acusaciones tras la publicación de su controvertido libro, donde acusa a Pío XII no solo de entablar acuerdos con Adolf Hitler en detrimento de los judíos sino también de antisemita.

«Se dice que [Pío XII] fue responsable de salvar las vidas de 800.000 judíos. Los documentos podrían confirmar esto, en cuyo caso surgirá como un héroe», agregó Cornwell. «Por otro lado, puede que demuestre que podría haber hecho mucho más. Su fracaso a la hora de estar a la altura de la santidad podría ser revelado por uno o dos documentos entre millones: por ejemplo, si se puede demostrar que ayudó a los nazis a escapar a Sudamérica (la infame ruta de las ratas), o que, como se dice, suplicó a los Aliados que no permitieran el ingreso de soldados negros en Roma por racista».

En su biografía, Cornwell acusa a Pacelli de encabezar negociaciones con Adolf Hitler que en última instancia contribuyeron al exterminio masivo de los judíos. «Los fracasos fueron todos durante los años 30, cuando Pacelli y Pío XI aceptaron beneficios de Hitler mientras se distanciaban del régimen», dijo Cornwell.

«Pío XII, cuando era Eugenio Pacelli, secretario de Estado en el Vaticano, firmó un acuerdo con Hitler, el Reichskonkordat, que Hitler –él mismo- declaró le dio carta blanca con sus planes para los judíos».

Bajo los términos del Concordato entre la Santa Sede y el Reich alemán que se entabló con Hitler en 1933, los derechos de la Iglesia Católica debían ser preservados y respetados. A cambio, el Partido Católico de Centro, que había votado a favor de la Ley habilitante de 1933 que concedía a Hitler el derecho a aprobar leyes sin la participación del parlamento, debía «voluntariamente» disolverse. Al aceptar el silenciamiento de los católicos alemanes -señala Cornwell- Pacelli eliminó la única fuerza política de la oposición alemana al régimen nazi y, por extensión, a la política de exterminio masivo de los judíos.

Cornwell también acusa a Pío XII de guardar silencio mientras los judíos eran perseguidos por todo el territorio que ocupaba el régimen nazi. De hecho, Pío XII nunca condenó a Hitler ni a los nazis por su nombre. Aún más sorprendente, nunca mencionó específicamente los sufrimientos de los judíos, pese a varias insistencias por parte de clérigos y diplomáticos de que emitiera una condena pública.

El silencio de Pío XII no es fácil de justificar en retrospectiva. Su predecesor, Pío XI, en su encíclica Mit brennender Sorge (Con viva preocupación) de 1937, había condenado en los términos más generales los excesos del régimen nazi. Pío XII -quizás viendo cuánto había enfurecido a los alemanes esa leve reprimenda- se negó a ir tan lejos.

Algunos de sus defensores argumentan que, enfrentado al régimen más malvado que el mundo ha visto, Pacelli pensó que la prioridad de su papado era preservar el poder de la Iglesia en lugar de ponerla en peligro enfureciendo a Hitler. En su cargo de Sumo Pontífice representaba a los católicos de Europa, no a los judíos, y probablemente consideró imprudente interceder por ellos en público, aunque no, como algunos intelectuales judíos han reconocido, ayudarlos en privado. (Sir Martin Gilbert, biógrafo oficial de Churchill, que es judío y una autoridad en la historia del Holocausto, ha dicho que Pío XII, lejos de merecer deshonra, debería ser un candidato para la orden de Yad Vashem de «gentiles justos»). En este sentido, Pacelli temía la posibilidad de represalias contra los católicos en caso de que condenara la Solución Final.

La desclasificación de millones de archivos secretos sobre el papado de Pío XII podría ayudar a despejar varias dudas sobre el rol del Vaticano durante los años más oscuros de la historia. También será una oportunidad para la Iglesia Católica de enfrentar la historia.

«En la culminación del Concilio Vaticano I en 1870, el Arzobispo Henry Manning de Westminster acogió la doctrina de la infalibilidad y primacía papal como un ‘triunfo del dogma sobre la historia’. En 1997, el Papa
Juan Pablo II, en su documento Memoria sobre la Solución Final, se refirió a Cristo como el ‘Señor de la Historia'», explicó Cornwell. «El hecho es que la Iglesia Católica ha tendido a tener problemas con la historia. Bajo Pío X en la primera década del siglo XX el estudio de la historia aplicada a la Iglesia era visto como una fuente de herejía».

«[La Iglesia Católica] sólo debe tenerle miedo a la historia si no está dispuesta a aceptar que debe modificar sus opiniones en función de las lecciones que la historia enseña», añadió el periodista británico. Y concluyó: «Sólo puedo esperar que Francisco pueda aceptar los veredictos de la historia que saldrán de estos documentos».