Nadie quería que corrieran, pero ellas se empeñaron en cruzar la meta

Carrie Snyder publica ‘La Corredora’ (Alfaguara), una historia sobre el arduo camino de las mujeres que quisieron ser libres en el siglo XX

La imagen ya es mítica: una mujer vestida con chándal trata de correr rodeada de hombres que, a cada una de sus zancadas, intentan agarrarla, echarla de la carrera, apartarla de aquel célebre maratón de Boston, en 1967, en el que las mujeres aún tenían prohibido participar, pero en el que ella consiguió colarse.

Katherine Switzer, la heroína que desafió a la autoridad, no quiso rendirse, yterminó la carrera con orgullo a pesar de los insultos y los obstáculosque los mismos organizadores le habían puesto: desde la misma inscripción tuvo que utilizar un seudónimo, para que nadie sospechara.

Switzer no fue la única, no estaba sola, de hecho, el mundo llevaba algunos años recibiendo aquella mirada desafiante de atletas que no estaban dispuestas a darse por vencidas. ¿Qué había de malo en que una mujer corriera? ¿Qué podía causar tanto asco y tanto desconcierto a las autoridades deportivas? ¿Por qué se tardó tanto en aceptar que una mujer pudiera ser fuerte, enérgica, y quisiera batir récords?

Las mujeres no tenían permitido correr en competiciones oficiales, pero algunas desafiaron a la autoridad porque querían cambiar el mundo

De esa duda y de esa reivindicación, precisamente, va La corredora(Alfaguara), una novela de Carrie Snyder, en donde la autora se inventa la vida de una deportista que bien podría ser real, pues habrá de enfrentarse a todo el dolor y desconcierto al que tantas mujeres de nuestro mundo se vieron sumidas, y al que tantas otras continúan enfrentándose en distintos puntos del planeta.

Snyder va un poco más atrás en el tiempo, y en vez de tomar como ejemplo a Katherine Switzner se detiene en 1928, año en el que por primera vez muchas mujeres pudieron participar en pruebas de larga distancia, y en el que el equipo de corredoras canadiense consiguió llevarse el primer oro femenino de la historia.

Para Carrie Snyder que las mujeres pudieran votar fue algo tan importante como que las mujeres fueran libres de ser atletas

A través del personaje de Aganetha Smart, una mujer que acaba de cumplir los 104 años y que reconoce estar algo cansada de la vida, Carrie Snyder da un paseo al lector por algunos de los grandes hitos del s.XX, llegando a reconocer entre sus páginas que, para ella, el hecho de que las mujeres pudieran ser atletas fue tan importante como que al fin pudieran votar.

“Corro por los pastos pisoteados. Corro hasta dejar atrás las tumbas […] No sabía que pudiera correr tan rápido. Más que correr, vuelo. Ahora lo sé. Sé que la conmoción puede convertirse en algo próximo a la euforia; es sólo cuestión de velocidad”, narra Aganetha, dejando constancia que la carrera para ella es una liberación tanto física como mental, una manera de enfrentarse al dolor propio, pero también a toda una sociedad.

Con el estallido de la cultura running, ¿alguien se imagina un mundo en el que las mujeres no pudieran correr en público?

Smart ha decidido entregar su cuerpo de lleno al deporte, y eso le ha llevado a convertirse en una mujer rara para la época, en una chica solitaria que irá viendo cómo su modo de vida se opone totalmente a lo que se suele exigir de una mujer, pero a ella le da igual, e incluso al final de su vida, aunque con resignación, sabe que su entrega ha sido mítica, una inspiración.

Carrie Snyder recupera con Aganetha un episodio histórico que a su juicio ha quedado sepultado en el tiempo; de hecho como gran amante que la escritora es de toda la creciente cultura del runnig , ella quiso dedicar una novela a esa pasión, y por ello decidió lanzarse al estudio de un tiempo turbulento, en el que sólo la valentía y el amor por la velocidad podían asegurar la libertad del género femenino.

Correr, como sinónimo de enfrentarse, de quitarse de encima el miedo, de atreverse a romper las reglas

 

Luna Miguel/PlayGroundNoticias