Enrique Guzmán: La Cara de Dios

La Cara de Dios.

Ayer me pasó algo curioso en el tranvía de regreso a casa: Me senté al lado de una niña de unos 5-6 años y estaba dibujando súper concentrada, como si nada en el mundo importara más que su obra. Me atreví a interrumpirla para preguntarle que dibujaba. Me contestó: «La cara De Dios». Me dejó frito!

Era una de esas personas que se expresan con los ojos igual o mejor que con la boca, así que decidí buscarle conversación y le dije: «pero si nadie sabe cómo es Dios» y, sin dejar de dibujar me respondió: «mejor, ahora todo el mundo lo sabrá». La niña 2, Enrique 0!

Ya después se bajaron y yo me quedé pensando en la fe ciega que tienen los niños en su propio talento.

No tienen miedo a equivocarse, es el sistema en que vivimos quién nos entrena poco a poco en eso de que el error existe y que debemos sentir vergüenza de nuestros errores. Un grave fallo que cometemos como padres y se insiste en los colegios es penalizar el riesgo creativo y pretender que los niños dibujen todos lo mismo, que las caras de Dios sean todas idénticas: un viejo con una larga barba blanca, que con el riesgo que supone en estos días llevar barbas largotas supongo que ya están pensando en modernizar esa imagen y hacerla más hipster y menos sospechoso de ser terrorista.

El garabato de esa niña nada tenía que ver con la Capilla Sixtina, pero estoy seguro que si sus padres le permiten seguir dibujándolo a su manera poco a poco irá mejorando sus propias versiones.

Esa niña sin querer me dio una lección de vida tremenda: si no estás preparado para equivocarte, nunca acertarás, serás un simple copión pero, nunca original.

Esa niñita me puso a pensar en cómo la mayoría nosotros  malgastamos nuestra vida haciendo cosas que muchas veces no nos interesan realmente, pero que creemos  que debemos hacer para ser productivos y aceptados. Sólo una pequeña minoría es feliz con su trabajo, y suelen ser quienes desafiaron la imposición de mediocridad del sistema.

El riesgo y el error han sido estigmatizados y, en cambio, incentivamos la pasividad, el conformismo y la repetición.

La educación debería ayudarnos a todos a encontrar y profundizar eso que nos convierte en únicos y especiales y no limitarse a encauzarnos hacia el mismo tipo de talento. Lamentablemente nuestros sistemas educativos han sido concebidos para satisfacer las necesidades de la industrialización: talento sólo para ser mano de obra disciplinada con preparación técnica jerarquizada en distintos grados y funcionarios para servir al Estado moderno.

Estoy convencido que todos somos superdotados en algo! Se trata de descubrir en qué. Esa debería ser la principal función de la educación. Hoy, en cambio, está enfocada a clonar estudiantes. Y debería hacer lo contrario: descubrir qué es único en cada uno de nosotros.

La educación y nuestro trabajo como padres deben estar alineados en que encontremos nuestro elemento: la zona donde se funden nuestras capacidades y deseos con la realidad. Cuando la alcanzamos (si llegamos a alcanzarla) la música del universo resuena en uno, una sensación a la que todos estamos llamados y que en muchas ocasiones comienza pintando la cara de Dios.

Enrique Guzmán.

Amsterdam 06-06-2017