¡Duró poco! La panadería intervenida de la avenida Baralt ya no vende pan

Una batalla por pan se libra en Cuartel Viejo, céntrica esquina de Caracas. Al grito de: ¡ladrones, ladrones!, proferido por pasajeros de un autobús; los otros respondían: ¡justicia, justicia!. Este intercambio verbal es entre quienes rechazan la ocupación temporal de la panadería Mansión’s Bakery (ahora rebautizada La Minka) y quienes están encargados del establecimiento.

Tras una noche en la que varios vecinos de esta cuadra de la avenida Baralt salieron a la calle a protestar la medida ordenada por el Gobierno, este miércoles 22 de marzo, el local abrió sus puertas casi a las 10:00 am, algo que no es habitual en este tipo de negocios, que por razones de mercado, son madrugadores. “Antes de la intervención, esta panadería estaba abierta desde las 6 de la mañana todos los días”, contó un señor que se detuvo.

Pero a las 7:00 am, las puertas del local seguían semicerradas.  Únicamente entraban y salían miembros del colectivo que tiene tomada la panadería desde el pasado 17 de marzo. Aquel día, integrantes de la Superintendencia de Precios Justos (Sundde), acompañados por un grupo de personas, intervinieron la Mansión’s Bakery alegando que los encargados del establecimiento vendían el pan con sobreprecio y que tenían kilos de harina de trigo “escondida”.

Desde ese momento, la producción de la panadería pasó a ser 90% pan canilla y 10% para dulces y otros productos de panadería. El pan que se produce en el local es distribuido por los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap), que lo venden “a precios soberanos”.

“En un rato abrimos, apenas estamos horneando los panes”, dijo uno de los jóvenes que está encargado de la panadería a varias personas que se acercaron a las 7:30 am a preguntar a qué hora aproximadamente abrían el establecimiento.

Mientras las personas salían de sus casas camino al trabajo o a llevar a sus niños al colegio, pasaban por la entrada de la panadería y veían con gesto de desaprobación a las personas que estaban en la puerta del local, entre ellos un hombre disfrazado de mimo con una espátula regularmente utilizada para las pizzas.

“¡Ladrones, ladrones, ladrones!”, gritaron varias personas desde un autobús que bajaba por la avenida Baralt. “¡Justicia, justicia, justicia!”, respondieron los encargados de La Minka, mientras alzaban su puño y se reían de las personas que les demostraban su rechazo por la intervención de la panadería.

Voces a favor y en contra

Para empezar, muchas personas no sabían a ciencia cierta si la panadería estaba expropiada o intervenida. Tampoco sabían si estaba vendiendo panes salados y muchos ni siquiera sabían si la panadería abriría sus puertas o no.

En efecto, la panadería está bajo una “ocupación temporal” de 90 días y no ha sido expropiada. De hecho, un cartel colocado en la entrada del establecimiento explica la intervención y dice que no se venderá pan salado. Sin embargo, la gente seguía preguntando si venderían el producto.

“¿Hoy van a vender pan?”, preguntó un señor mayor que se identificó como conserje de uno de los edificios cercanos. “No, aquí ya no se vende pan. El pan de esta panadería va para los Clap, usted tiene que informarse con su Clap para saber si le va a llegar pan o no”, respondió uno de los trabajadores.

A las 8 de la mañana todavía la panadería no estaba abierta. Ya las personas comenzaban a hacer cola para entrar al Banco de Venezuela que está al cruzar la calle; el tráfico de la avenida Baralt se hacía más pesado, los motorizados ya estaban en sus paradas listos para trabajar y todavía, a esa hora, este negocio que tradicionalmente abre sus puertas primero que otros, seguía cerrado.

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“Esto es increíble. Yo siempre compraba pan aquí temprano. Era bien sabroso. Ahora me dicen que no puedo comprar, sino que debo buscarlo con los Clap. En lugar de facilitar la compra lo que hacen es complicarla”, aseguró una señora que no dio su nombre pero que aseguró vivir por la zona.

Pero no todo eran voces en contra. Varias personas se acercaron para dar su espaldarazo a los jóvenes que tienen posesión del establecimiento comercial. “Yo estuve aquí anoche y vi cómo intentaron meterse en la panadería, estaban listos para tomar el lugar, pero los muchachos lograron contener a las personas. La derecha no se va a dejar quitar sus espacios fácilmente”, aseguró una señora que dijo ser miembro de uno de los Clap de la zona.

Adentro de “La Minka”

La Minka es el nuevo nombre de la panadería Mansión’s Bakery, a pesar de que el establecimiento está intervenido -no expropiado– las personas que tomaron el lugar decidieron cambiarle el nombre y colocarle otro tomado de la cultura inca.

En quechua, lengua originaria de Perú que era hablada por los incas, Minka, Minga o Mink’a se traduce al español como «solicitar ayuda prometiendo algo» y es, básicamente, una tradición precolombina de trabajo con fines de utilidad social o de carácter recíproco. Es decir, en una minka el colectivo realiza un trabajo con la intención de dar algo a la comunidad. Por ello, la panadería fue rebautizado con este nombre.

Dentro del establecimiento todo sigue casi igual que antes. Aún hay productos empaquetados. Hay charcutería, quesos, las neveras están llenas de refrescos y jugos. Hay venta de café y de cachitos. Ya no hay punto de venta porque el servicio telefónico fue cortado y ahora, a diferencia de antes, hay afiches del presidente Nicolás Maduro, banderas de Venezuela, imágenes de Hugo Chávez y de Simón Bolívar.

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De 22 empleados que tenía la panadería anteriormente, solo cuatro decidieron quedarse. Tres personas atienden los distintos puestos de servicio a la gente y uno es un panadero. “Si dejo de trabajar, no como”, aseguró una de las personas que decidió mantenerse en su puesto a pesar de la intervención del establecimiento.

“Los dueños de esta panadería no viven en Venezuela, aquí solo están los hijos y otro portugués que era el encargado, pero a ese no lo he visto más desde que lo sacaron de la panadería”, sentenció la trabajadora.

En La Minka se preparan las personas para abrir la panadería. Son las 9:00 am y José Enrique Solórzano, nuevo encargado del establecimiento, explica la importancia de distribuir el pan a los Clap “con las puertas abiertas”.

“No podemos empezar a sacar pan con las puertas cerradas, así como si fuera algo clandestino. La gente tiene que ver que aquí no se vende más pan salado, aquí se produce y los Clap que han apoyado vienen y lo llevan a sus respectivas comunidades para venderlo”, dijo Solórzano a sus compañeros dentro de panadería. Luego, aseguró que “la lucha no será fácil”, puesto que, desde la panadería están “conspirando para destruir al capital desde dentro”.

Afuera de “La Minka”

A las 9 y media de la mañana comenzó la distribución del pan y las puertas abrieron. Llegaron representantes de los 11 Clap que reciben productos de esta panificadora. Previamente, Solórzano aseguró que no darían pan “a quienes no estuvieron anoche (21 de marzo) apoyando”, en referencia a los hechos ocurridos en la noche del martes 21 de marzo en los alrededores de la panadería.

“¿Ya van a comenzar a vender pan?” preguntó un señor, a lo que le respondieron, “no, aquí ya no se vende pan. Estos son los Clap que vienen a buscar el producto.”

Varias personas se aglomeraron en la entrada del establecimiento con la misma duda. Mientras tanto, algunas personas se paraban a ver la fachada. Por un lado está una figura de Chávez, por el otro lado está Bolívar y en la esquina de enfrente hay un mural de Ezequiel Zamora y justo al lado de los cajeros del Banco de Venezuela hay una pintada que dice “Pan pal pueblo carajo”.

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“¿Pan? Hambre es lo que tenemos los venezolanos y vienen estos tipos a robar una panadería porque está bonita y ya está toda hecha. ¿Por qué no construyen algo ellos mismos?”, preguntó una señora a otra, que le respondió con otra pregunta. “¿Vas a defender a ese portugués ladrón (en referencia al propietario)? ¿Será que eres socia de la panadería y por eso te duele tanto?”.

¿Hay producción?

José Enrique Solórzano aseguró que se están produciendo, al menos, 5.000 panes diarios, y que estos están siendo distribuidos a 11 Clap de la parroquia Altagracia.

Efecto Cocuyo